viernes, 26 de diciembre de 2014

pueblos blancos

Un pueblo blanco en mi mente es un lugar luminoso, donde las luces y  las sombras se desplazan en silencio desde el comienzo  hasta el final del día. 
Por ahí pasan creando el presente y los recuerdos con la simplicidad de la luz, creando  el marco y el fondo  que deja todo el espacio y el protagonismo a la vida. 
Sábanas blancas. Juegos de la luz  sobre la cal blanca. Recuerdos blancos de la infancia. Papel en blanco. Lienzo blanco. El comienzo de algo… Hay algo de inicio en el blanco y me gustan los inicios…


Me detengo en pensar  que allí donde había luz, el tiempo lo deja en sombra, y allí donde había sombra, aparece un reflejo de luz que va avanzando despacio, hasta un momento mágico en que las líneas de las sombras desaparecen. Lo llamamos plenitud. En verdad es un instante que separa la mañana de la tarde.

Mi mente también pasa así por el tiempo y por la luz, con un tiempo en que  duerme,  calla, se hace esperar, y otro en el que  habla, se expresa, toma la iniciativa. Como la luz por la cal, duerme espera y vuelve, con la magia del instante, con la fugacidad del momento a sabiendas que en ella viaja el misterio de lo eterno. 
 

El blanco me devuelve la luz, y mi mente me devuelve el pueblo con sus muros y sus tejas fabricadas a la medida de la mano humana. Camino entre sus calles y sus quiebros, descubriendo cada rincón, cada planta, cada sombra… como si todo él fuese una mera prolongación de la naturaleza  en la cual  nuestro cuerpo no es ajeno encontrándose con la memoria y la huella de nuestras manos. Cada elemento, cada puerta, cada ventana, tiene una dimensión humana, realizada a  la medida y escala de nuestras manos. Guarda la memoria y el misterio de lo elemental, el barro, la madera, la cal, la luz y el cielo. Es la  pequeña escala de los hombres. No hay grandeza ni heroicidad. Solo una simple calle, unas luces y unas sombras, esperando el mediodía, el momento exacto, en el que todo es blanco, donde la luz encuentra a la sombra y la sombra a la luz. 


martes, 23 de diciembre de 2014

viento



Cuando sopla el viento uno puede tener la sensación de desorden, de que algo vuela y se escapa de un modo azaroso y descontrolado; pero a poco que uno vaya conociendo al viento, se da cuenta que contienen un orden, que tienen su ciclos, su insistencia, su repetición, e incluso su forma propia de ser.

Allí donde sobra el viento, uno puede buscarlo, conocerlo y nombrarlo. Siempre me han gustado los nombres de los vientos, la identificación de algo tan intangible como es el movimiento del aire; los vientos alisios, los monzones, el levante.

Allí donde sobra el viento, hay dos elementos que se potencian, la creatividad y la locura. Hay artistas que encuentran su momento de inspiración en plena tramontana, encontrando el torrente creativo que anhelaban. En otros casos el viento es tan fuerte, que directamente lo asociamos a un comienzo de locura, como el viento solano, o el siroco del desierto.

Quizá uno busca allí donde sobra lo que anhela por que le falta. Algo tan intangible y tan esencial como el aire, puede ser motivo de búsqueda, de sentirlo de modo visible. De perseguir el aire, hasta conseguir hacerlo visible.

Persigo el aire y las huellas del viento, como si el aire tuviera más vida por moverse, por ir de un lado a otro  y nosotros agarrados a  él, con una tabla, un velero, algo que nos haga estar lo más cerca posible de su ser, de su vitalidad, de su libertad, de la consciencia de que todo el amor y la locura viajan a través suya.

lunes, 22 de diciembre de 2014

amarillos





El color es una experiencia, un regalo, que hay que buscarlo lejos del humo, lejos del gris, lejos de la prisa.

El sol, al perderse por el mar, te regala unos minutos en los que la arena se vuelve dorada, los reflejos del agua duplican la riqueza de matices de las piedras del acantilado, envolviendo de color la última hora de la tarde.

Es el adiós del día en la plenitud constante del mar. Un adiós amarillo. Las pisadas doradas en la arena, el acantilado lleno de matices, las sombras alargando el volumen de la piedras, la lentitud del sol, la lentitud del color, como si todo pesara menos.


También uno queda inmerso en esa luz especial de  plenitud al despedir el día. La luz dorada sobre la arena, transforma el paisaje, haciéndolo diferente del que hacía un rato habíamos visto de otra manera.  

Dicen que al ponerse el sol en el mar se puede llegar a ver un rayo verde. Y que en ese instante nuestros propios sentimientos y los de las personas con las que compartimos ese momento se revelan. Yo sospecho que al igual que el paisaje que antes tenía una luz y luego otra puede que no solo se pongan de manifiesto sino que también se transformen, cambiando en nuestro interior el aspecto de nuestra arena, nuestro mar, nuestras huellas, nuestros acantilados...







domingo, 21 de diciembre de 2014

oleaje



Voy corriendo descalzo a última hora del día por la arena de la playa, sin más música, que hacerme consciente de mis pies y del oleaje, dejando que su sonido, me cure de cualquier cosa que  yo mismo ignoro, igual que las aves ignoran el mecanismo del vuelo, o las razones de su propia belleza.

Puede que  me cure del ruido acumulado de la ciudad; del  ruido de la televisión, de la música a todas horas, o de los sonidos estridentes en las tiendas que revuelven tu ansiedad.

Dejo que los sonidos de las olas y su compás me vayan relajando envolviendo en su música, consiguiendo crear en mi un efecto en el que la mente encuentra una paz y un estado similar al que me produce contemplar algo que consiga atraparme o envolverme en su ser, como  el fuego de unos troncos ardiendo en la chimenea, estar cerca de un río fluyendo, o de un crío pequeño que duerme tranquilo.


Escucho el oleaje, mientras siento mis pies al correr en la perfección de la arena, escucho esa música, el ir y venir del agua, el latido del mar…

cuaderno de sagres

En las vacaciones del pasado verano pude disfrutar de unos días en Sagres, junto con mi familia. Sagres es pequeño municipio al sur de Portugal, un lugar de Surf, y con una naturaleza que a nosotros nos resulta muy atractiva. A los dos o tres días de estar por allí, y de disfrutar tanto de las vacaciones como de la belleza del lugar, me vino la idea de escribir por las mañanas acerca de una palabra del entorno que me llamara la atención. Fueron momentos muy agradables a primera hora, con mucha paz y silencio, dejando que surgieran las ideas, las imágenes, las conexiones y las sugerencias.  Hice una pequeña lista de ellas, sin mayor ambición que  reflejar el entorno  y surgieron estas:

Oleaje, azules, pueblos blancos, huellas, memoria, vallas, aire, acantilados, pinos, surf, dulzura del idioma, amarillos, universo,  artesanía, conversaciones en la arena, encuentros, sombras… una lista abierta que podría alargarse algo más al igual que uno desea alargar los días de descanso. Como no quería abarcar más de una o dos palabras al día, y dado que es un sitio al que solemos volver con cierta frecuencia, lo dejo como un cuaderno abierto, a completar poco a poco sin ninguna prisa, en principio como una sección más del blog. 

Mi intención era  indagar en  estas palabras y que representaban en mi; palabras  que me llamaban la atención, como algo tangible y cotidiano en ese entorno, como una paleta de materiales elementales que te encontrabas a cada paso. Por la tarde, solía buscar algunas imágenes con la cámara alrededor  de estas palabras, y con todo ello ir comenzando  un cuaderno lento y abierto, aún sabiendo que no tendría  más remedio que interrumpirlo con mi vuelta al trabajo en Madrid, pero con la sensación agradable de que aquella naturaleza me esperaría de nuevo en la siguiente ocasión.  

Me di cuenta, que existe una conexión entre todo aquello que podemos ver y nosotros mismos, nuestro  interior al que no tenemos acceso, pero que está hecho de la misma naturaleza de aquello que observamos. Deduje,  que tiene que estar lleno de belleza también, y seguramente, lleno de  lugares inexplorados que pueden constituir un verdadero paraíso interior.

En el lenguaje poético, el mundo interior se expresa con la propia naturaleza, con las nubes, el aire, las estaciones, los ríos, el mar… Lo interior a lo que no tenemos acceso, toma referencias  de lo externo, como si fuera un espejo de lo que somos. Y lo que somos, no deja de tener un punto de inaccesible, de misterioso. Más que de conocer,  trataba de tener la experiencia de la naturaleza, de encontrar las conexiones entre un mundo que percibimos como separado de nosotros mismos, pero que es uno con nosotros. 

Tengo que decir, que el verano se me hizo corto. Y que me hubiera gustado que ese idilio con la naturaleza durara algo más. Parece que en cada estación toca vivir lo que nos marca el reloj estacional, y al publicar esto ahora con el aire del invierno, mi intención, es no dejarlo en el olvido, recordarme que ahí me espera, ese constante eterno que es el mar, el tiempo, las estaciones, la vida.  

domingo, 5 de octubre de 2014

zonas comunes (cuento)

Qué pena que la vida se acabe y que los pisos continúen. Podría ser al revés, que la vida siguiera y que a los pisos hubiera que enterrarlos; entonces a los banqueros se les acabaría el negocio, y los pisos viejos valdrían como los coches, cada vez menos… Pero no es así. Es al revés. Somos nosotros los que abandonamos la casa y la casa sigue. Si fuera como digo, los pisos no valdrían tanto y valdrían las personas; habría normas para que no pudiésemos tener grietas, ni goteras, ni huecos que dejaran  pasar el viento. Habría normas que regularan nuestros cimientos, el terreno en el que nos ubicamos para vivir; habría normas que regularan de donde vienen lo daños recibidos, cuanto de luz debemos de dejar pasar a nuestro interior, o como no despilfarrar nuestra energía. Pero no, la vida es como es, no son los edificios los que suelen morir, sino nosotros mismos.

Iba caminando haciendo compañía a estos  pensamientos al volver ya tarde a casa después de finalizar  unas reformas que tuve que hacer en un bloque de viviendas en una calle estrecha y sombría , cerca del metro de Prosperidad. El bloque entero había sido afectado por unas obras vecinas, un garaje demasiado profundo que había provocado algunas grietas y desperfectos en los tabiques. Y allí me vi, contratado por la comunidad y visitando  piso por piso, reparando las grietas causadas por la obra y como suele ocurrir en estos casos de paso las humedades y desconchones que el paso del tiempo y la dejación habían ido invadiendo  el edificio .Perdone, somos los de la contrata. ¿Quienes son? Los de la contrata,  venimos a ver sus grietas, pasen, pasen….

Del fondo salió una sudamericana bastante sexi. Era la cuidadora y puso cara de alivio, de alegría de que pasara algo, de algo que cambiara la monotonía y el aburrimiento, como cuando llegas a  un pueblo solitario y se alegran de que te intereses un poco y que les des conversación. Las dos se alegraron, cada una a su manera, la sudamericana sexi se alegró con su cuerpo  y la señora Carmen, más bien con su espíritu, con una especie de sonrisa ida y constante, simpática y entrañable, que no sabía si recibía a un reformista o a un sobrino, a un familiar o a un extraño. Pero  bueno y ¿que van a arreglar?, me insistía la señora Carmen. Sus grietas, ya le dije, ¡ah sí ! se me había olvidado; entonces intervino la cuidadora sexi, avisando que  la mujer está con la cabeza mal y que  no se acuerda de nada de lo que le hayas dicho hace cinco minutos. Se acuerda sólo de cosas de su pasado. Eché un vistazo a la casa, con las paredes ocultas por muchas fotos y recuerdos antiguos, con esas estanterías llenas de cosas donde cada uno pone lo que le da la gana; en su caso una colección interminable de botellitas de licores, cerradas y en fila, con ese valor tan personal y tan maniático que tienen las  cosas que coleccionamos; con ese valor que le damos a los objetos que amamos,  y que no tiene en la mayoría de los casos más valor que el de activar nuestros propios  recuerdos.

El albañil de  la contrata no atendía mucho a ir localizando las grietas del informe judicial, sino  que estaba más bien al tanto de la cuidadora y buscaba excusas simpáticas para relacionarse con ella. ¿me pondría un poco de agua en un cubo please? o frases  por el estilo, mientras desde la cocina llegaba el olor del guiso a coliflor, tan poco atractivo, tan de diario , aunque quizá no lo suficiente como para afectar a las percepciones del albañil que no se si por compensar o por costumbre me avisaba a cada rato del enorme atractivo de la sudamericana.

Le debimos de caer bien a la señora Carmen, porque quiso encargarnos ya que estábamos por allí, unas contraventanas para la habitación de su cuarto. Bien señora tomaremos las medidas. Estaba en ello cuando vi arrinconadas dos contraventanas en el suelo, y pensé si la señora acumulaba contraventanas, o es que ya las había encargado a otro y no se acordaba.  No le haga caso, me dijo la chica sexi, es que la mujer las tira por la ventana. Por suerte no ha dado a nadie. No sabemos por qué lo hace. Viene la policía, y mentimos;  decimos que se han caído solas. Por el viento, por las vibraciones de la obra de al lado que se yo. Para que no se la lleven de aquí y no la alejen de sus recuerdos.

Subí al tercero derecha, a visitar unas humedades del techo. En ese piso vive  Esmeralda Rodriguez. Lo sé por los buzones.  Abre la puerta hasta la mitad, y me atiende desde ahí, con la cadena echada del cerrojo, y me interroga con mal humor, con dureza, con franca antipatía; entonces le explico que somos de la contrata, que va a reparar las zonas comunes del edificio y los desperfectos de las vibraciones. Ah!!!, entonces aparta la cadena, y me recibe con la actitud contraria, casi seductora, sacando  de ese cajón lleno de recuerdos que es la memoria, movimientos y expresiones de hace más de medio siglo, que quedan ahí dentro de ella. Pase, pase, está todo desordenado….No se preocupe, señora, no miramos, -digo de un modo absurdo-, porque decir no miramos, es imposible; hay que mirar con ojos de médico que mira una radiografía, mirar bien, ver qué pasa y averiguar de dónde vienen esas humedades. Avanzamos por el salón de paso hasta la habitación deteriorada. Aquel salón estaba lleno de bolsos y zapatos de piel, extendidos por los sofás, por el suelo y por las mesas invadiendo todo el espacio. Es que lo he sacado todo de la habitación por lo de la humedad, se explica. Toda una vida puede llegar a dar para muchos bolsos y zapatos. No sé, doscientos, trescientos… Era una imagen, increíble, obsesiva. Bolsos y zapatos de todos los tiempos puestos encima de las mesa del comedor, de las butacas, en la alfombra, como si se hubieran multiplicado solos. Fui sorteando los bolsos y los zapatos, como quien camina por las piedras de un río para no pisar el agua y llegamos a una habitación vacía y con una mancha de humedad en el techo bastante antigua. La humedad es del piso de arriba, le explico a la mujer, no es de las zonas comunes ¿ha hablado con el piso de arriba? Si  mi hija es  la dueña. Ah! pues reclame a su hija. Bueno, ya he reclamado pero es que vive lejos, se marchó al extranjero…. Venga usted otro día y le dejo las llaves del piso de arriba para que vea desde donde viene…. Ya no me quiso abrir más. En algún rato muerto subía al piso de Esmeralda y llamaba una y otra vez pulsando su timbre a ver si estaba. No le abrirá jamás -me avisó  la vecina de puerta que llegaba en ese momento desde el ascensor-. Esa señora no está bien. Me despierta por la noche diciendo que hacemos ruido, que no la dejamos dormir; ¡qué ruido voy a hacer yo que vivo con mi hija pequeña!. Es que confunde la realidad;  resulta que aquí hubo un burdel hace años donde ahora estoy yo alquilada  en este mismo piso, y había juergas, ruido, trasiego. Y ella se ha quedado ahí, sigue oyendo ruidos del pasado. Esta mujer no debería de vivir aquí, se pasa el día fastidiando a todos.  

Me ha parado por la escalera Felisa Santos, para que suba a su piso también por una gotera. Felisa es de un pueblo del páramo leonés y tiene un trato cordial y colaborador. Me abre la puerta de su casa, y avanzo con ella hasta el pasillo. Veo que en el salón, por mitad del espejo que hay encima de un aparador, una grieta recorre la pared de arriba abajo. Lo tenía en mi informe, pero ella no se había dado cuenta. Le explico el  problema mientras miro la grieta y también su imagen y la mía reflejada en el espejo. Me resulta extraño ver la grieta, mientras el espejo me devuelve su imagen, la de Felisa, con aspectos de ella que no había percibido antes, como si el espejo me hubiese devuelto su parte invisible, en la que aprecié un rostro diferente, como con el rastro de un dolor  antiguo.  La semana que viene se la arreglamos le digo intentando borrar en mi imaginación esa grieta y ver ya el espejo apoyado en la pared renovada; no puede ser, me voy al pueblo me explica con amabilidad  y con ganas de romper su soledad. Viene mi sobrino a recogerme, pasaré allí todo el verano. En verano se está bien, lo malo es el invierno. Es un frío muy duro. 

Salí al patio de la finca, que también estaba pendiente de  arreglos. Al salir  vi como caía el agua a chorros desde los tiestos de la ventana del tercero de Esmeralda hasta el piso de abajo. Caía agua y barro. Se asomó la vecina del segundo con bastante educación. Oiga! que me está poniendo perdida mi ventana con el riego de sus plantas. Entonces se asomó Esmeralda montando en cólera ante las quejas de su vecina, sacando su ira y llenándola de improperios a voz en grito con una fuerza sorprendente, que quedaba multiplicada por el efecto de resonancia del propio patio. Esmeralda  negaba los hechos, ella no mojaba a nadie porque su marido que en paz descanse en su día había puesto una chapa metálica  bajo el alfeizar para evitar el problema. Yo miraba como testigo mudo el agua caer, mezclada con el barro marrón y esa chapa que ella decía que debía de ser de hace demasiados años  pues estaba oxidada  y llena de tantos agujeros que la hacían absolutamente inservible.  

Después de unas semanas de trabajos, el edificio va recuperando su aire de nuevo, sobre todo por la pintura, con ese olor a estreno que tiene lo recién pintado. Con esa luz que toman los patios una vez arreglados y recientes. De tanto llamar a una y otra puerta los vecinos del bloque ya me conocen. También personas que incluyen en su rutina el ir por allí, como las hijas de la Carmen. Están tensas entre ellas, por ver como se organizan los turnos para cuidarla. No están del todo a gusto con la cuidadora sexi...
Veo los recuerdos de sus casas y de sus memorias. Las botellitas  de licor puestos en fila en casa Carmen,  la austeridad de Felisa como se si se hubiera traído el páramo a su casa, la exageración agria de Esmeralda, con sus bolsos y zapatos. La ansiedad de muchos por sacar algo más de la oportunidad de las obras comunes para algún arreglo privado,  siempre con ese  punto  de pequeño hurto, de querer sacar algo, como si algo les faltara, siempre buscando un límite extraño con las zonas comunes.

Han  quedado resueltas las fisuras, las grietas, las cosas de los años. Algún día los herederos  venderán las propiedades pero no sus recuerdos, aquellos a los que se aferran. En ellos habitan sus tierras de origen, sus infancias, el tesoro de sus infancias, al que muchos de ellos se aferran, como el caso de Felisa que en ocasiones me cuenta a tramos su vida, de un modo preciso sin recrearse nada más que en sus años de infancia en el pueblo, por donde corría y trepaba, y más tarde  el discurrir de la vida cuando llegaron hace medio siglo por aquí, a buscar una vida próspera.

Después de unos días tuve que volver para el acta de finalización. Había mucha gente por la escalera y trasiego. Esa mañana había fallecido  Carmen. Aún no la habían llevado al tanatorio y yacía como dormida en su habitación.  Pasé con el pintor que estaba rematando sus trabajos a expresar mis condolencias. Han sido unos meses  trabajando y quieras que no nos habíamos familiarizado.  La cuidadora sexi, también está triste. No sabe que va ser de ella. Tendrá que buscar nuevo trabajo. La mujer del segundo está por allí callada y triste. Habían sido amigas. La de los bolsos aparece sin ganas. Y las pequeñas corrupciones, los pequeños enfrentamientos  y la dureza de la soledad  se olvida por un instante.
Me he marchado comprendiendo que no era momento para revisar con el presidente el acta. Vuelvo unos días más tarde y ya resuelto el tema al salir me  encuentro con las hijas de Carmen y con un nieto ya casi entrado en los treinta, que ha venido desde Londres por lo de su abuela. Trabaja allí, de cualquier cosa a pesar de que tiene estudios.

Quiere que pasemos un  momento al piso para devolverme una herramienta que por lo visto han olvidado los operarios. Le acompaño mientras abre la puerta de la casa de Carmen, y pasamos al piso vacío pero recién renovado por las obras, y me detengo en el salón. Por curiosidad le pregunto acerca de las botellitas de licor, y me explica que su abuelo las fabricaba, y que con ese negocio salieron adelante cuando vinieron a Madrid desde un pueblo de Andalucía.  Me muestra la colección que ahí sigue en la estantería cerradas e intactas, Fui leyendo las etiquetas, mientras mi memoria me iba situando donde estaba yo en cada uno de esos años. Era referencias comunes,  botellitas del mundial de España del 82, de la boda de Carlos y Diana, de la olimpiada de Barcelona, que me iban situando velozmente por cada uno de eso años. El nieto de Carmen me devuelve la herramienta -un simple medidor láser- y le agradezco el detalle. Hoy en día la gente se lo hubiera quedado, le comento, valorando algo que hace años podría haber sido lo habitual.  Bueno, habrá que recuperar la honradez, si queremos salir adelante me dice el chaval. Este país está como está por apropiarse de lo ajeno, por todos y cada uno de los desfalcos que ha habido…. Tienes toda la razón, tan simple como estas dos frases tuyas ,le digo a este chico joven.


Marcho hacia el metro, después de mirar por última vez el portal y los buzones. El calor de Julio parece que empuja a la gente a la calle, a salir al barrio, fuera de casa. En la plaza, hay muchos emigrantes, mezclados con gente que da la impresión de ser gente de toda la vida de este barrio; es tarde, pero algunos niños andan jugando con un balón.  Muchos de los adultos están solos en los bancos, entretenidos y conectados con el mundo a través de sus móviles. A la salida del metro una mujer vende callada algo de mercancía apoyada en el pretil del metro. Bajo por las escaleras, y me quedo con la imagen de la señal de la estación, iluminada por unos focos;  mientras bajo los peldaños dejo pasar  esos pensamientos con los que empecé acerca de esa supervivencia de las casas, y me quedo  con la imagen de la parada en la mente, y como quien hablara solo, me sorprendo a mi mismo deletreando la palabra, el concepto, deletreando despacio pros-pe-ri-dad…. mientras yo bajo al subsuelo, a la parte menos visible de Madrid, al extraño límite de nuestra vida con la zona común. 

jueves, 31 de julio de 2014

todo un mundo por delante



Los planes y los viajes que nos hacen ilusión los disfrutamos ya antes de hacerlos, mientras soñamos con ellos, como un anticipo de lo que podremos disfrutar una vez allí al vivirlos y hacerlos realidad, para volver más tarde de nuevo al territorio de la ilusión, cuando ya quedan en el pasado y se convierten en recuerdos.  Eso me pasa a mí con las vacaciones, y en especial  las de verano, y lo que más me apetece es poderme ver pronto en el sur de Portugal, en la costa Vicentina, justo donde el mar y el aire dan la vuelta al pasar de la costa Sur a la Oeste de la península. Verme allí, disfrutando de la brisa marina de la mañana, en una terraza cercana al mar y desayunar sin prisa con esa luz tan hermosa que se produce con el  mar a ambos lados y sentir pronto cómo  cambia el sabor de las cosas fuera de la rutina diaria es seguramente ya una manera de comenzar el viaje y casi  puedo saborear sin estar allí todavía ese placer de tener frente a a mI el mar y un buen desayuno en calma con el regalo que supone tener toda la mañana  por delante, sólo para ser feliz. Luego coger las tablas de surf, y, meterme un año más dentro de esas olas, como si aún me quedara algo bueno de ser adolescente, de querer mejorar cada año, y de no perderme esa sensación de salir medio volando cuando por fin viene una ola de dos metros, procurando que la tabla y yo no vayamos cada uno por lados opuestos.  Es intentarlo una y otra vez, y recuperar mi forma, no dar nada por perdido, y disfrutar con mi familia, mientras mis hijos se ponen de pie en la tabla como si nada; luego, después de un día que no quieres que acabe, sentarnos en la terraza alta que da al mar en Odeceixe, o en la playa de Carrapateira y pedir una simple hamburguesa con una cerveza Sagres, mientras el sol se va ocultando lentamente por el Atlántico despidiendo con magia el día, haciendo de esos instantes un placer que mezclado con el cansancio agradable de haber estado en el agua, no cambiaría por nada o casi nada.

Entonces disfruto de nuevo concentradas  todas mis  edades, sabiendo que todas viajan conmigo, al igual que los paisajes que hemos visto, o las vivencias que quedan atrás, alojadas en algún lugar de la memoria. Disfruto de mis edades que voy reviviendo de nuevo en las edades de mis hijos, cada uno en la suya propia, con sus cosas.  De la de mi hijo pequeño de diez, con esos ojos que quieren saberlo todo, comerse el mundo, alargar el día. Con la de mi hijo de dieciocho,  vislumbrando ya su vida universitaria, su asomarse al mundo adulto, dejando atrás los veranos de la niñez y adolescencia que quedarán ya para siempre en su memoria como quedaron en su momento en la de cada uno. Y de la de mi hija de veinte,  ya no tan lejos el último año de sus estudios universitarios, y acercándose a sus primeros contratos en prácticas, con ese futuro por delante que hace ilusión, y que a la vez se teme un poco, como una lucha que inexorablemente hay librar se tenga la edad que se tenga. El futuro no deja de ser una sensación parecida a tener un  océano delante, lleno de incertidumbres, pero en el que se puede presentir que al otro lado puede haber un mundo lleno de posibilidades.

De alguna manera soy adicto al verano, y a esos lugares en lo que mi  cuerpo y mi mente encuentran los hallazgos que necesito el resto del año. Son lugares con una fuerza especial, y me doy cuenta que incido en ellos, guiado sólo por la luz y seguramente el aire. Esta esquina de Sagres, fue el lugar donde estuvo la escuela de navegación portuguesa, y allí estudiaron Cristóbal Colón o Vasco de Gama. Son lugares de tierra que se adentran todo lo que pueden en el mar, y esa sensación siempre me ha gustado, sintiendo el aire del mar, como quien navega, y la pisada aún en la tierra. Son sensaciones que he podido tener también en Tarifa,en el cabo de la Nao en Jávea, o en la Estaca de Bares en Lugo. En todas ellas hemos disfrutado de algunos días del verano. y son lugares no tan lejanos de Madrid en donde puedes sentir muy cerca ese mar que nos falta, ese mar siempre lejano y siempre lleno de inspiración y sugerencia. 
  
Este año, me llevaré la lectura de Vasco de Gama, y conocer su ruta hasta la India, por el cabo de Buena Esperanza. El libro me lo ha regalado Enrique Blanco, un excelente arquitecto y persona que he conocido recientemente en el trabajo. Resulta que Enrique se marcha ahora a Sidney a trabajar allí, sin miedo a la aventura, con su familia. A seguir en marcha, adaptarse a una nueva ciudad, a un nuevo trabajo, otro idioma. En el trabajo me he reído infinito con sus ocurrencias, sus frases y sus consejos. Hace unos días se trajo una buena colección de libros suyos al estudio para que eligiéramos el que quisiéramos, pues está deshaciéndose de algunas cosas  antes del partir tan lejos. Este me llamó la atención y lo elegí y creo que lo disfrutaré, pues de alguna manera la aventura se relaciona con los sueños, pero también con los propios miedos que hay que vencer. Y ese tema me apasiona, pues cada uno tenemos los nuestros, y ahora después de pensarlo no los veo como algo negativo nuestro que debamos a su vez temer, o sentirnos empobrecidos por ellos, sino que es al revés, nuestros miedos son nuestro particular  océano  en el que hay que navegar y conocer para manejarnos en ellos. Me quedé con la frase que me dijo Enrique como argumento de su marcha. ”No me da miedo irme. Lo que me da miedo es quedarme”. Bravo, por ti, porque sé que te irá bien, y será una gran experiencia. Qué pena, perder esos cafés o esas conversaciones de pasillo en el trabajo, con personas que conoces y que se van, que pierdes de vista pero que deseas volver a encontrar porque quedan ya en tu memoria y en tus vivencias.  

Me gusta que las ideas, y los libros viajen. Que todo circule. Al final todo lo bueno nos viene a través de los otros, y me gusta reconocerlo. Cazar al vuelo esas frases, esas conversaciones, entre pasillos, en el entretanto de la vida, o del trabajo, y recordar pensamientos, preguntas que nos surgen conservando el alma y la ilusión del niño, la inconsciencia del adolescente, la fuerza de la juventud, y  el rigor del adulto;  abrí el libro y me llamó la atención la cita con la que empieza:    " La acción es siempre hija del rigor antes que hermana del sueño”. Seguramente es cierto, pero de rigor he tenido bastante por este año, y ahora me queda por delante el descanso. Mis sueños. Mis ilusiones. y sentir el océano delante, es decir mis propios miedos, para adentrarme hasta la punta de ellos, sentir el aire, y decirme a mí mismo, que es el momento de no temer tus temores, de descubrir que en ellos radica todo un universo, todo un mundo por delante. 

domingo, 29 de junio de 2014

algo que te esperaba a ti


Puede que el éxito verdadero sea solo una salida
un momento de algo que llamamos universo
un fragmento de un orden aún mayor
que percibimos en forma de alegría o de belleza.
Puede ser el hecho de que amanezca
o el hecho de que una  flor deje de estar cerrada y se abra.
Algo que te esperaba a ti que eres conciencia de la vida.
Puede ser un buen día de verano que acerca tu cuerpo al mundo
o una estrella lejana de una noche en la playa que pone en escala tu grandeza
puede ser algo que habitaba ya dentro de ti
y que encuentra una expresión hacia afuera.
Puede ser algo que sale a la luz y que al recibir la luz abandona su frialdad
un miedo que retrocede y que al retroceder ya le veamos huyendo
o una tristeza que se evapora sin prisa pasando por ti para no quedarse.
Puede ser sólo un papel roto y que al romperse te libera de una atadura
o algo que se recompone como cuando cobran sentido los sinsentidos
una conexión que se restaura, un fallo que se arregla o que mejora
lo hermoso de un día después de un camino difícil
o el mismo camino con sus heridas sin gloria aún con batallas perdidas.
Puede ser la vida misma, haber nacido pequeño y crecer
para algún día descubrir la riqueza única que ya estaba en tí
y que tan sólo esperaba brotar y darse. 


fotografía: tomada esta primavera en el jardín Botánico de Madrid. 

domingo, 4 de mayo de 2014

Por Toledo (tres aguas de Cristina Iglesias)


De joven a uno le fascinaba prolongar la noche, experimentar sus sensaciones a la luz de la luna y formar parte de esa vida propia de locales y bares de Madrid que comenzaba a partir de ciertas horas;  volver tarde a casa y disfrutar de la magia que tiene vivir la noche compartiendo sitios y amistades; vivir con intensidad fuera del día como si uno se sintiera ya más adulto prolongando la noche. Ahora, me pasa al revés, cada día disfruto más de las primeras horas de la mañana, de desayunar a gusto y tranquilo tomándome mi tiempo y procurando deshacer las rutinas que a la larga hacen que se pase la vida sin sentirla de lleno. He leído en la prensa que en Toledo se inauguraban en estos días con motivo del cuarto centenario del Greco, tres fuentes de la escultora Cristina Iglesias, así que rompiendo esa rutina he querido desayunar allí temprano y tranquilo en una mañana de domingo, disfrutando de la primavera, de la ciudad y de la magia de la primera hora de la mañana.

Recorrer el camino en cuesta que va desde la Puerta de Bisagra hasta la catedral, es una tentación de lugares que me gustaría visitar o revisitar; la mezquita del Cristo de la Luz, el hospital Tavera, las sinagogas judías o esas calles de traza árabe, que dan un perfil tan bello al Toledo histórico en primavera, procurando valorar lo que tenemos por aquí cerca y aprovechar la mañana para estas cosas, ahora que el tiempo es agradable para caminar y recorrer el encanto de este lugar único en el mundo donde puedes visitar una ciudad de trama árabe que conserva alguna de las antiguas mezquitas y formas propias de esta cultura, junto con el legado de la cultura judía y la cristiana que convivieron durante siglos en este escenario tan peculiar. 
  
Las tres nuevas obras, no sé si llamarlas esculturas, fuentes, o instalaciones  tienen un carácter abierto, donde el protagonismo no lo toma la pieza en sí, sino las posibilidades de lectura que cada uno pueda hacer, a partir de ese homenaje a las posibilidades de expresión del agua. Se trata pues de experiencia, de estar un  rato, de hacerlo parte de un itinerario, o de un  camino; de dejar aflorar en cada espacio,  las reflexiones que cada uno quiera, como en la lectura de una novela, donde la historia viaja de las palabras a nuestra imaginación, y ahí en ese espacio toma vida propia la historia.

La primera de las fuentes, se sitúa en la plaza de la catedral, la imponente catedral gótica de Toledo con esa verticalidad que consigue dirigir  la mirada hacia un cielo nítido en el que se recorta su torre; en ese entorno me ha sorprendido el contrapunto creado por la obra de Cristina, con esta pieza que me propone una mirada diferente en la plaza, una mirada hacia el suelo, hacia la tierra, hacia el cauce de un río, y la presencia simbólica de vida que genera el agua allí por donde pasa. Desde la plaza no se ve el río, pero esta pieza nos lo trae hasta allí, de un modo re-presentado, y como todo arte consigue actualizar, lo que no está presente. Dado que interpreto que es una obra abierta, mi vivencia de ella es absolutamente personal, sin que ello implique que sea eso o deje de serlo, porque lo importante no es la obra, sino la experiencia que podamos tener de ella.

Se trata de una lámina de agua, que se llena y se vacía lentamente, tomándose su tiempo en hacerlo, y al vaciarse deja ver la pieza escultórica en el suelo, que es una reproducción de un fondo vegetal, a modo de raíces o ramajes, con una intención más narrativa que de estricta belleza escultórica que también la tiene. De modo que si dispones de tiempo, lo más que puedes hacer es contemplar un vaciado, contemplar un llenado. No pasa nada especial, ni llamativo, sino profundo; los ríos brotan, se llenan,  y se van vaciando. Nuestra vida también. Y desde esta presencia del río en la ciudad, de nuevo me hago consciente de la enorme importancia que ha tenido siempre el agua en la elección de los lugares por el hombre, en el desarrollo de las ciudades, y en esa capacidad metafórica que tienen con nuestras propias vidas. En el caso de Toledo, el río se toma su tiempo en recorrer la ciudad, sin ninguna prisa y rodeándola prácticamente entera como si la abrazara despacio. Esa calma del río, la suavidad de sus sonidos, la capacidad de relajación, esa manera de vivir el tiempo, tiene que ver con la naturaleza del amor, en cuya naturaleza no hay prisa, sino todo lo contrario. Al vaciarse despacio la fuente de Cristina, también me hago de nuevo consciente de los cauces, de la importancia de los cauces en la afectividad humana, generados también sin prisa y con dedicación en la relación del recién nacido con la madre en los primeros meses de vida. Esos cauces formados son fundamentales para la vida afectiva futura, y a tenor de las investigaciones realizadas en este campo hoy sabemos que esos mismos cauces son utilizados años más tarde en la vivencia del amor romántico. Me puedo imaginar un cauce así en nuestro interior, creado con cariño,  lleno de belleza, de complejidad, de matices, que más tarde ha de llenarse y alimentarse de lo mismo.

La siguiente fuente está en el convento de Santa Clara, actualmente en obras, pero que tiene una sala accesible desde la calle. Cuesta encontrarla, y te obliga a callejear y a perderte por la traza árabe de la ciudad, de casas muy pegadas que buscan la sombra, de paredes y de muros de barro piedra y madera. Es el mundo islámico, de calles con recodos y pequeñas plazuelas llenas de encanto, sobre las que se ha ido configurando el Toledo que ahora vemos a lo largo de siglos de historia, de periodos de fructífera convivencia entre culturas y otros de enfrentamientos y peleas. Si de la plaza de la catedral uno traía los sonidos del río en mitad del bullicio, de la luminosidad intensa, del lugar de encuentro que representa una plaza,  aquí tenemos una sensación muy distinta que es la de la quietud, el recogimiento y la meditación.

En la meditación, se puede lograr un espacio libre de preocupaciones de las normales tensiones de la vida, y lograr un espacio de tranquilidad y quietud, necesarios para liberarse de todo aquello que nos pueda tener aprisionados. Se crea aquí un ambiente de silencio, con una  luminosidad especial, con la luz tamizada a través de una celosías, que logran reducir al mínimo la luz de la sala; en ese silencio remarcado por la quietud del agua  y en esa luz que también se acerca al silencio, uno intenta comprender el espacio del recogimiento, un lugar en el que el mundo exterior tiene menos presencia de modo que se pueda facilitar un cierto acceso al mundo interior, el que no vemos. Otra vez lo profundo, lo que no se ve, lo que no es fácilmente visible pero que sabemos que está ahí, los fondos. El vaciado de la fuente creada por Cristina, deja ver el fondo, metáfora de nuestro interior que necesita un recogimiento, un espacio de quietud en mitad de nuestros recorridos. Después de la tranquilidad de la meditación, en la que uno siempre es aprendiz, con esa posibilidad de calmar, de relajar, de dejar de lado la ansiedad por llegar a ningún lado, continúo mi recorrido hacia la tercera de las esculturas. Con estas dos he aprendido que hay un tiempo para la quietud y otro para la fluidez. Un tiempo para el sonido, y otro para el silencio. Hay un lugar para cada cosa y un tiempo para cada cosa. Como para la noche y el día de las que hablaba al principio. 
   
La última visita, es una instalación en la antigua fábrica de armas, actualmente reconvertida en campus universitario,  que queda en la parte baja de la ciudad, al lado del Tajo. Desde allí, uno contempla de nuevo la ciudad, el perfil tan bello de las ciudad  árabe, cristiana y hebrea, con sus perfiles tan exquisitos, y al lado la ciudad de los años del desarrollismo, tan poco acertada, tan torpe, tan fea, tan sin sentido de la proporción y del gusto, que uno se lamenta de este fracaso  tan frecuente en la historia de algunas de nuestras ciudades.  

Un antiguo depósito de agua de la fábrica, muy cerca del río, ha sido el lugar elegido por Cristina  para acoger esta instalación. Para recorrerlo, hay que subir por su escalera exterior, y una vez arriba contemplar de nuevo el Tajo,  el río que pasa lento por la ciudad. Ver los antiguos compartimentos metálicos que servían para el almacenamiento del agua de la fábrica, y desde ahí arriba contemplar esta tercera fuente, con su sonido envolvente, y que invita a recorrerla no sólo con los ojos y la percepción, sino con el cuerpo, otro misterio del que últimamente pienso que es nuestro principal bien y el que mejor deberíamos de cuidar y valorar.

Ha vaciado el pequeño edificio de dos plantas donde se ubicaba el depósito, de un modo parecido al que Chillida vació su caserío de Zabalaga –actual museo Chillida Leku- dejando las vigas y pilares al aire; recuerdo haber leído de Chillida en su momento, las sensaciones al ir viendo ese vaciado de forjados y de paredes del caserío, descubriendo el nuevo espacio creado, y que él lo expresaba en una frase con palabras del estilo “este espacio tiene vocación de catedral”. Algo similar ocurre aquí, cerrándose el ciclo narrativo de las tres piezas.  Si en la plaza de la catedral, lleva de un modo simbólico el río a  la plaza, ahora en el espacio fabril cercano al río, a su manera, ha introducido una catedral, entendiéndola como  creación de  un espacio vacío, con una intención de tipo espiritual, con un especial cuidado en la introducción de la luz con unas exquisitas piezas de alabastro en las ventanas;  si en las catedrales, la mirada se dirige a las bóvedas, aquí se focaliza una visión al revés, desde arriba hasta la fuente que ocupa prácticamente todo el suelo; de nuevo a mirar en profundidad, aportando la importancia de los fondos, y superando esa concepción tan manida de contraposición entre el suelo y el cielo.

Además de redescubrir la ciudad y el río con nuevas lecturas, disfruto con la riqueza reflexiva que me provocan las obras de esta escultora; hacerme consciente del agua, de la vida, de la quietud y la fluidez, de la afectividad, de la meditación, del espacio, del cuerpo, del necesario cuidado de las cosas. De vivir las cosas contrarias sin contradicción, de la capacidad de convivir en lo diferente, en este escenario donde durante varios siglos, convivieron y nos dejaron obras llenas de belleza, gentes de diversas procedencias y mentalidades, que como el río han ido fluyendo despacio y sin prisa por este espacio tan singular, tan lleno de encanto. 

martes, 4 de marzo de 2014

Alvaro Siza: arquitectura y poesía (3)

Nota: con esta entrada  cierro una serie de escritos alrededor de la arquitectura de Alvaro Siza.  A veces un autor o una determinada obra, parece que quieren llevarme a explorar más,  a salirse de este blog y tomar un camino más de ensayo o de apuntes para una análisis más detenido. Me ocurrió también hace unos meses con la obra de la escultora Cristina Iglesias. De estos pequeños estudios que voy realizando solo publico una parte por no hacerlo más extenso, pero creo que es suficiente para mostrar una parte mía muy dada a detenerme y a indagar en determinados autores o obras que me han llamado la atención. No obstante procuro no utilizar por aquí un lenguaje demasiado sofisticado o especializado, y solo procuro  transmitir algo de mis percepciones alrededor del arte o de la arquitectura, como quien hace un inciso, se detiene unos días,  y luego habiendo comprendido mejor aquello que le llamó la atención, continuar con menos ignorancia  su  propio camino personal.  

La arquitectura culta y la poesía, guardan relaciones poco exploradas del mismo modo que la propia poesía y otra disciplina que es la filosofía, guardan a su vez su campo de relación.  Hay poetas muy cercanos al campo propio de la filosofía, como el caso de Antonio Machado, y hay filósofos y ensayistas muy familiarizados con la poesía, como el caso de Goethe o de María Zambrano. Este campo de interrelación, entre el pensamiento y lo poético está quizá más estudiado y tratado en diferentes ensayos; Machado definió a los filósofos como poetas del pensamiento, y aunque en su propia poesía procura huir de la idea y del concepto como materia prima de la concepción estética de su oficio, sin embargo hay un profundo pensador oculto en sus poemas. Por su parte, por toda la obra ensayística de María Zambrano aparece la idea de razón poética, en la que desvela cierta insuficiencia del racionalismo como método, dejando entreverse la sensibilidad poética que subyace en su obra filosófica.  

Del mismo modo que estos dos campos a veces se solapan, hay otros dos campos creativos muy interrelacionados que son la escritura y la pintura: hay escritores que han practicado el ejercicio del dibujo o la pintura con solvencia, como el caso de  Hermann Hesse autor de excelentes acuarelas, o el de Victor Hugo que además de escritor fue también excelente artista en composiciones realizadas con acuarelas o tintas , o bien los casos de poetas como Lorca, o Rafael Alberti que cultivaron ambos una original obra plasmada en numerosos dibujos de indudable interés. También en el otro sentido, existen no pocos casos de  pintores cuyos escritos tienen un interés y un oficio evidentes como es el caso de Vang Gogh, de  Tapies o Kandisky, si bien con una intencionalidad muy propia del artista moderno que es la elaboración de un campo teórico donde inscribir la fundamentación de su obra. A medida que voy conociendo por mí mismo, -olvidándome de lo sabido- tanto unas cosas como otras, voy descubriendo que siempre se producen caminos  paralelos, dentro de una corriente cultural más amplia que puede englobar una época o una determinada mentalidad común a diversas manifestaciones creativas, buscándose a veces intencionadamente por los creadores un límite fértil entre las diversas disciplinas.  

Esta apreciación no es nueva, la propia escultura y la llamada arquitectura moderna están habitadas sin que seamos muy conscientes de ello por la propia poesía; Chillida hablaba de que para hacer una obra escultórica se necesitaba poesía+construcción, y el mismo se quedó admirado con el  paralelismo del camino recorrido en su propia obra con  piezas de hierro o piedra, y el del  camino recorrido con el lenguaje y la poesía realizado por del poeta de la generación del 27 , Jorge Guillen, realizado en vez de con formas espaciales con palabras, en una búsqueda de los elementos más esenciales de la propia poesía.  
Para tratar  estos  caminos paralelos, búsquedas comunes en campos diferentes, me fijaré de un modo muy general, -el espacio de este blog no me aconseja otra cosa-, en tres referentes comunes al ámbito propio de la poesía y del pensamiento que veo tratados con parecida sensibilidad en la arquitectura de Siza. Estos elementos inspiradores y que pueden actuar en ambos casos como referentes físicos o bien simbólicos, son la luz, el río, y el paisaje.  

La luz

Desde el Oporto natal de Siza, donde termina el Duero, me he remontado imaginariamente unos kilómetros atrás en el río, hasta otra ciudad por donde también pasan esas aguas, la ciudad de  Zamora, lugar donde nació y vivió su juventud el poeta, no sé si lo suficientemente conocido como se merece, Claudio Rodríguez. Tomaré varios versos suyos para poner de manifiesto algunas sutiles apreciaciones, acerca de la luz y la materia.   

“Siempre la claridad viene del cielo;
Es un don: no se halla entre las cosas
Sino muy por encima, y las ocupa
Haciendo de ello vida y labor propias.”  (1)

Este “sentimiento poético” de la luz y la claridad está presente en toda la obra de Siza. La luz que se reparte desde la parte alta de los techos, la luz, que va recorriendo los espacios, y las singulares formas que va creando.  Se podría decir, que en la edificación, hay dos “recorredores” o visitantes del edificio. Uno es el sujeto que lo hace, y el otro la luz, que va viajando por cada plano, por cada rincón, revelando las formas. Ese diálogo intimo entre la luz y la materia, es clave en toda la obra arquitectónica de Siza, muy por encima de la idea de forma, o de una determinada imagen formal. 

Siza experimenta con sus espacios, teniendo en cuenta que serán recorridos de alguna manera por la luz. En su caso,  suele oponerse a todo lo que lleve a algo quieto, a lo estático, a lo que tiene un centro fijo tanto espacial como de atención visual. El interés en su concepción de la obra está en lo que fluye, en aquello que revela el paso del tiempo, como la luz o la propia naturaleza y el paisaje, haciendo convivir a la envolvente arquitectónica con la envolvente natural.

En el ámbito de la poesía, el poeta, desde su sensibilidad percibe  las imágenes visuales o sensoriales del entorno que transita, a veces para describirlas procurando profundizar en sus percepciones, pero en muchas ocasiones traspasando ese mundo exterior y llegando a lo interno de la propia persona, conectándolo con su propio  mundo interior, al que no tenemos un fácil acceso. La luz y la claridad, se convierten así en una presencia física buscada por el hombre en su relación con el exterior, pero también en un deseo interno, adquiriendo ese valor simbólico para el propio caminar humano, -ese  deseo de luz-trasladado al mundo interior de la búsqueda particular de cada persona.


El río.

“Oh río,
Fundador de ciudades
Sonando en todo menos en tu lecho
Haz que tu ruido sea nuestro canto
Nuestro taller en vida”    (2)

Estos versos de Claudio Rodriguez, y esa  relación tan intensa de cada ciudad con su río, ese querer escuchar el ruido del río, hacerlo música, valgan como ejemplo de la importancia que tienen para la creación literaria los ríos y su relación con el hombre, con la ciudad, e incluso con la posibilidad creativa del hombre, con ese “nuestro canto”  
El río  y su fluencia, nos remiten también a algo nuestro, a lo vital, a lo que va fluyendo y al paso del tiempo, enlazando en este sentido con toda una fuerza metafórica utilizada por pensadores, poetas o escritores; en esa metáfora se inspira  Heráclito con su apreciación filosófica acerca del cambio al que estamos sometidos -nunca somos los mismos debido al constante proceso de renovación y destrucción que rige el universo- El río, y su formulación de Panta Rei, (todo fluye) adquieren un valor de referente constante en su filosofía, incluida su concepción del logos, de la razón estable no visible, como el cauce, o el  lecho de ese río al que se refiere el poeta en los versos. También el poeta Jorge Manrique nos dejó magistralmente escrita su visión de la vida como algo lineal similar a un río, o Jose Luis Sampedro que utilizó con soltura la capacidad metafórica del río y su relación con la vida humana, en obras como “El río que nos lleva”, sentido metafórico y real del río  que aparece en sus conversaciones y en su propia visión y sensaciones de la vida.  

El río y la línea, esa pasión por la línea y el trazo de Siza tienen un paralelismo. Del mismo modo que el mar lo tiene con el plano, con lo extenso. La línea tiene diversos significados, puede ser un elemento divisor, separador o frontera, porque genera un espacio a un lado y a otro de la misma. Pero también conlleva un significado que nos remite a un  hilo conductor, de algo que conecta un origen con un destino. En este segundo sentido se enlaza  con la arquitectura de Siza. Trazo, nacido del pensamiento, que recorre el espacio, y que al recorrerlo, lo crea, y que al trasladarlo a la obra construida no quiere perder esa concepción de fluencia, de recorrido en el espacio.

El río, tiene un referente constante  que es el origen, el manantial, lugar donde nace el río o donde brota, donde se inicia el recorrido. Ese brotar, surgir, tiene su paralelismo con el proceso creativo, como algo que brota en si en la persona. El poema, así concebido no es un trabajo de la voluntad, sino algo que brota del interior de su creador, frente a una creación  realizada desde la mera voluntad, o desde las posibilidades técnicas de hacerla. Eso no quita que luego el trabajo sea arduo, lleno de ensayos, de matices, de correcciones, etc. Pero se trata de un proceso que ha nacido de lo singular de la persona, de la propia capacidad creativa del  artista. Desde ahí percibo la arquitectura de Siza, desde esa singularidad personal, desde sus propios recursos, más que desde el ejercicio meramente  técnico o racional. No se repiten las soluciones, porque cada una ha nacido de un proceso original, aunque su obra pueda quedar unificada por ese cauce lógico que engloba materiales, preferencias, referentes culturales etc.

Paisaje

Seguramente el paisaje, la percepción sensible del  lugar, sea el territorio común de todos los creadores que se han interesado en él, sean  arquitectos, escultores, poetas, pintores o músicos. La percepción del paisaje, su interiorización, la captación y la recreación de su esencia, ya sea en palabras, sonidos, formas plásticas o bien la intervención en él a través de la construcción de una obra de arquitectura, agrupa a aquellos que comparten aunque sea en disciplinas diferentes una especial sensibilidad hacia él. 
El arquitecto-artista con predisposición hacia este tema y que tiene la posibilidad de realizar una obra cerca de la naturaleza, se da cuenta de que está interviniendo en un entorno, y que todos los entornos y paisajes, tienen un contenido de interés, su parte de belleza;al intervenir en un entorno que percibe como valioso, procura captar esa  belleza , hacerla convivir con la edificación nueva que se proyecta y se construye.

Creo que casi todas las arquitecturas de autor que me resultan interesantes han tratado este tema cuando han tenido la oportunidad de hacerlo. Mies Van der Rohe, Richard Neutra, Alvaro Siza, Juan Navarro Baldeweg,  Tadao Ando etc, arquitectos de sobrada valía que  han trabajado  la relación entre la obra proyectada por ellos y  la naturaleza o paisaje donde se ubica. Cada uno desde su punto de vista particular, desde sus características personales de concebir el hecho constructivo.  
En el caso de Siza, es evidente su interés por introducir no sólo la luz y el tiempo sino también el paisaje en el interior del edificio, a través de diversos encuadres del mismo, que en general tratan de introducirlo de un modo fragmentado, procurando evitar una vista única o demasiado estática  que suele ser rechazada por él debido al cansancio que le provoca.  Desde el interior de su edificio, se generan diversas referencias exteriores, que actúan  como referencias en el recorrido del mismo, generando sutiles cambios a cada paso, en cada sala, resolviéndose todo con un lenguaje unificado pero con contenidos espaciales diferentes. La   propia arquitectura los crea, -patios, recintos semiabiertos, direcciones visuales, relaciones entre el interior y el exterior-  generando variedad, recorrido, diversidad de posibilidades, como quien huye de lo repetido, y de lo que provoca cansancio.  

Y este es el punto común de la sensibilidad que puede unir el trabajo de unos y otros campos artísticos, la lectura emocional del entorno, la capacidad de introspección de cuál es el sentimiento que provocan los ámbitos, las envolventes espaciales, sean estas arquitectónicas, de paisaje, o conjuntas. Ese saber leer, interpretar personalmente el entorno antes de recrearlo, es una característica  personal de Siza. Es su alma de poeta, poeta de paredes, huecos y muros recorridos por la luz y por el hombre, que lo unen con todos esos otros poetas   y  maestros de la transmisión  del sentimiento que son capaces de provocarnos lugares, paisajes o espacios

Fotografía: Centro Gallego de Arte Contemporáneo. Santiago de Compostela proyectado por Alvaro Siza
(1) fragmento del poema "1" del libro:Don de la ebriedad. (Claudio Rodriguez)
(2) fragmento del poema "al ruido del Duero" del libro:Conjuros.(Claudio Rodriguez)