Hace
unos días, un amigo al que le gusta mucho todo lo relacionado con la ciencia
ficción (aficción que por el momento comparto muy poco) me comentaba que un
enfermo terminal de cáncer al que le quedaban muy pocos días de vida, había
solicitado que le dejaran ver la última entrega de Star Wars, que aún no había sido estrenada.
Por lo visto, le pasaron en privado la película antes del estreno y así pudo
satisfacer su deseo y su gusto antes de
decir adiós a este día a día que llamamos vivir. Con el tiempo he aprendido dos
cosas: una es encontrar y definir dentro de un ámbito muy amplio que cosas me
gustan y cuáles no; la segunda es respetar sin juicio alguno los gustos que no
comparto. Estas dos cosas que parecen obvias no lo son tanto.
En los años setenta, el
escritor Roland Barthes, escribió un
texto bien conocido con un listado de cosas “me gusta” y otro de cosas
“no me gusta”. Una vez finalizadas ambas listas, realiza la siguiente reflexión:
“esto
no tiene la más mínima importancia para nadie; aparentemente, no tiene sentido.
Y sin embargo, todo esto quiere decir; mi cuerpo no es igual al suyo. Así, en
esta espuma anárquica de los gustos y las repugnancias, suerte de picadillo
distraído, se emboza poco a poco la figura de un enigma corporal que compete a
la complicidad o a la irritación. Aquí comienza la intimidación del cuerpo, que
obliga al otro a soportarme liberalmente, a permanecer silencioso y cortés ante
goces o rechazos que no comparte.”
Después de leer este
texto, me invade una renovada aceptación del otro, en todas sus vertientes, lo
cual no implica abandonar los gustos y criterios
propios con los que uno procura desenvolverse en la vida. Tan sólo implica un
ejercicio de tolerancia que en general no ha estado demasiado implícito en las
educaciones recibidas y que a día de hoy tampoco detecto en muchos entornos políticos o sociales donde la
presión es ejercida desde parámetros muy amplios como la exclusión, la burla, el rechazo, la
incomprensión, la violencia etc etc….
La convivencia y la posibilidad de la armonía o de
su ausencia comienzan dentro de uno
mismo, encontrando lugares de encuentro entre las diversas facetas propias con
las que hemos de convivir (gustos, decisiones, opiniones, pensamientos, que a
su vez están en constante interacción con lo exterior a nosotros). Dentro de todo ese universo de opciones,
conocer bien e identificar los propios gustos, le otorgan a uno un campo de
conocimiento personal, un mundo que comunicar, y a la vez la identificación de una
parte de los ingredientes con los que dar
buen sabor a la propia vida.
Entre la lista de “no me
gusta” de Barthes veo que aparece Vivaldi. El me gusta o no me gusta, la
aceptación o el rechazo por parte del otro en aspectos culturales, es inevitable,
porque el mundo está configurado de modo que los gustos sean infinitamente
distintos. Para la historia Vivaldi es un músico imprescindible, pero para ti
puede no serlo. Aceptar la diversidad del otro es uno de los modos que tenemos
de aceptar con naturalidad lo que en nosotros haya de diferente. Aceptar el
rechazo del otro te convierte en alguien más fuerte que la posibilidad de
dejarte modelar únicamente por el éxito. Comprender bien la diversidad es
también un buen ejercicio a realizar, sin que ello melle en modo alguno en lo
que a uno le gusta o deje de gustarle.
¿Qué cosas me gustan? Mis
gustos no tiene ninguna trascendencia, sin embargo son los que me permiten
disfrutar e interesarme por las cosas, convivir con ellas…a botepronto me gusta
Madrid, su dinamismo mezclado con sus cielos. Me gusta la luz de cada sitio, a
veces mezclada con el aire y con el olor
del mar en lugares especiales que parecen meterse en su interior, como en Jávea,
Viveiro, o el sur de Portugal; me gusta desenfadarme,
reirme y la gente que me hace reir y respirar; me gustan las mesas de trabajo de
arquitectura, las maquetas y sus materiales; el orden y también el desorden, igual que
me pueden gustar el descanso y el cansancio; me gustan algunas esculturas en
entornos naturales, como el peine de los vientos de Chillida, o sus sueños aún
no realizados como el de Timanfaya; me gusta Tarifa, las sierras de Cádiz y sus
pueblos blancos; Sagres en Portugal y las puestas de sol en sus playas; Oporto
y la larga desembocadura del Duero, las furgonetas Volkswagen, el valle de
Urdabai en Pais Vasco o los Picos de Europa en Asturias; disfruto con su gente,
las sidrerías, y su naturaleza…. el románico palentino, la experiencia del ocre
y del amarillo de sus campos de trigo; Monfrague en Cáceres, sus dehesas y sus aves,
mezcladas con la paz y el silencio de este sitio; me gusta Los Angeles, la arquitectura
de Neutra allí, el mundillo de los Eames, Pacific Palisades, y toda la costa de
California, que tiene raíz española; me
gustan las librerías, las bibliotecas,
adoro perderme en ellas y encontrarme con algo que me llama la atención; me
gusta la cocina, los utensilios, cierta
artesanía en los objetos diarios; Gaudí, especialmente la Sagrada Familia, la
trama de Barcelona, la arquitectura de los setenta y la cultura burguesa de esos
años; me gustan las ensaladas inventadas
con criterios compositivos, la ecología, los huertos cuando no me dan alergia,
la cocina creativa, los polideportivos, los barrios, los institutos, las
fábricas, la bicicleta, Madrid río, el vino, la danza, la
expresión con el cuerpo, el deporte, la sostenibilidad, el equilibro, la música
pero no a todas horas; me gusta el silencio, los sonidos de la naturaleza, el
olor de los naranjos, las telas africanas, los nikis, las
zapatillas de correr, la fotografía, el jamón, los woks, las recetas marroquís
de carne con fruta, los experimentos, las obras, caminar, las sierra de Madrid,
la arquitectura neoclásica ,la armonía, Roma, Italia…Me gustan las locuras de Enric Miralles con la luz de Barcelona,
las obras de Coderch especialmente el Edificio Girasol, la escultura de Cristina iglesias, los mercados con fruta, la
lectura de textos de Muñoz Molina, Soledad Puértolas, Francisco Ayala…., La
psicología de Erich Fromm, Grecia y la
cultura clásica, los artículos de escritores en los suplementos dominicales, la filosofía educativa de Marina, la poesía, (Machado,
Hernández, el 27…), El cine de Erich Rohmer,-que casi no es cine- del que
aprendí un sentido moral en el buen sentido de la palabra… la música acústica y casi material de Antonio
Vega , la de Bach, los cines Alphaville y las versiones originales, la
espiritualidad, los diccionarios y los mapas, los planos de metro, las mujeres
desconocidas en situaciones cotidianas, las papelerías, los dibujos de sketcher
urbanos, los monopatines, los skaters, las tablas de surf, correr, las fotos en
blanco y negro; … me gusta percibir que he traído un bien a alguien en su vida
y viceversa que me ha llegado un bien a través de alguien. Me gusta todo
aquello que he necesitado en algún momento de mi vida y que lo he encontrado,
sea una lectura determinada, una frase, un encuentro…