domingo, 21 de diciembre de 2014

cuaderno de sagres

En las vacaciones del pasado verano pude disfrutar de unos días en Sagres, junto con mi familia. Sagres es pequeño municipio al sur de Portugal, un lugar de Surf, y con una naturaleza que a nosotros nos resulta muy atractiva. A los dos o tres días de estar por allí, y de disfrutar tanto de las vacaciones como de la belleza del lugar, me vino la idea de escribir por las mañanas acerca de una palabra del entorno que me llamara la atención. Fueron momentos muy agradables a primera hora, con mucha paz y silencio, dejando que surgieran las ideas, las imágenes, las conexiones y las sugerencias.  Hice una pequeña lista de ellas, sin mayor ambición que  reflejar el entorno  y surgieron estas:

Oleaje, azules, pueblos blancos, huellas, memoria, vallas, aire, acantilados, pinos, surf, dulzura del idioma, amarillos, universo,  artesanía, conversaciones en la arena, encuentros, sombras… una lista abierta que podría alargarse algo más al igual que uno desea alargar los días de descanso. Como no quería abarcar más de una o dos palabras al día, y dado que es un sitio al que solemos volver con cierta frecuencia, lo dejo como un cuaderno abierto, a completar poco a poco sin ninguna prisa, en principio como una sección más del blog. 

Mi intención era  indagar en  estas palabras y que representaban en mi; palabras  que me llamaban la atención, como algo tangible y cotidiano en ese entorno, como una paleta de materiales elementales que te encontrabas a cada paso. Por la tarde, solía buscar algunas imágenes con la cámara alrededor  de estas palabras, y con todo ello ir comenzando  un cuaderno lento y abierto, aún sabiendo que no tendría  más remedio que interrumpirlo con mi vuelta al trabajo en Madrid, pero con la sensación agradable de que aquella naturaleza me esperaría de nuevo en la siguiente ocasión.  

Me di cuenta, que existe una conexión entre todo aquello que podemos ver y nosotros mismos, nuestro  interior al que no tenemos acceso, pero que está hecho de la misma naturaleza de aquello que observamos. Deduje,  que tiene que estar lleno de belleza también, y seguramente, lleno de  lugares inexplorados que pueden constituir un verdadero paraíso interior.

En el lenguaje poético, el mundo interior se expresa con la propia naturaleza, con las nubes, el aire, las estaciones, los ríos, el mar… Lo interior a lo que no tenemos acceso, toma referencias  de lo externo, como si fuera un espejo de lo que somos. Y lo que somos, no deja de tener un punto de inaccesible, de misterioso. Más que de conocer,  trataba de tener la experiencia de la naturaleza, de encontrar las conexiones entre un mundo que percibimos como separado de nosotros mismos, pero que es uno con nosotros. 

Tengo que decir, que el verano se me hizo corto. Y que me hubiera gustado que ese idilio con la naturaleza durara algo más. Parece que en cada estación toca vivir lo que nos marca el reloj estacional, y al publicar esto ahora con el aire del invierno, mi intención, es no dejarlo en el olvido, recordarme que ahí me espera, ese constante eterno que es el mar, el tiempo, las estaciones, la vida.  

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