domingo, 21 de diciembre de 2014

oleaje



Voy corriendo descalzo a última hora del día por la arena de la playa, sin más música, que hacerme consciente de mis pies y del oleaje, dejando que su sonido, me cure de cualquier cosa que  yo mismo ignoro, igual que las aves ignoran el mecanismo del vuelo, o las razones de su propia belleza.

Puede que  me cure del ruido acumulado de la ciudad; del  ruido de la televisión, de la música a todas horas, o de los sonidos estridentes en las tiendas que revuelven tu ansiedad.

Dejo que los sonidos de las olas y su compás me vayan relajando envolviendo en su música, consiguiendo crear en mi un efecto en el que la mente encuentra una paz y un estado similar al que me produce contemplar algo que consiga atraparme o envolverme en su ser, como  el fuego de unos troncos ardiendo en la chimenea, estar cerca de un río fluyendo, o de un crío pequeño que duerme tranquilo.


Escucho el oleaje, mientras siento mis pies al correr en la perfección de la arena, escucho esa música, el ir y venir del agua, el latido del mar…

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