En los últimos años, Cristina Iglesias ha incorporado la presencia del agua a sus piezas, creando fuentes, pozos y estanques, que a veces funcionan como pieza artística aislada en una exposición y en otras ocasiones como espacio construido a modo de estanque o alberca en un entorno urbano, generando juegos de agua sutiles, que permiten remitirnos a más cosas.
De
este modo sus originales pozos, donde al revés que en la fuentes convencionales
que suelen representar un agua que emerge, relatan el polo contrario, puntos por donde el agua se filtra hacia un lugar desconocido, haciéndonos
conscientes otra vez del concepto de INTERIOR, esta vez del interior de una
tierra que aunque no la vemos ocurren cosas. Esa habilidad de remitirnos a lo
que no vemos directamente con los ojos
pero que al ser construidas, podemos percibirlas a nivel mental, es otro de los
hallazgos de esta artista.
De
este modo van apareciendo pozos estanque, en cuya superficie podemos ver
reflejado el entorno, juntando en un plano muy sugerente, parte del sentimiento
de profundidad y gravedad de la tierra como el de la visión del cielo
reflejado, elemento clave de las construcciones orientales e islámicas, entre
las que podemos tener como referencia próxima el Patio de Comares en la
Alhambra de Granada. Esta lámina de agua donde poder ver los reflejos se vaciará cambiando la percepción de la obra y permitiendo ser consciente de los fondos vegetales de los mismos, recreándose una representación simbólica de la presencia de vida vegetal allí donde el agua fluye.
También
con el agua esta artista construye ficciones como la instalación en Baja
California Sur, en México, de 14 celosías de hormigón similares a los laberintos
textuales, que fueron introducidas a 15
m de profundidad en el mar, en un entorno especial de protección de flora y
fauna de gran belleza. La instalación creada será con el paso del tiempo un arrecife artificial, pensado para su colonización. La filmación de
estas estancias sumergidas, recoge a los peces, interfiriendo de nuevo en ese
espacio, jugando a pasar entre los huecos de esos paneles. Los propios paneles contienen un relato en
esas tramas traspasables en tierra por la luz, y aquí por el agua y los peces, actuando
a su vez todo como una narración, de algo que se hunde que no es ajeno a que
siga habitado de vida como una torre en ruinas abandonada donde los pájaros la
colonizan.
De
nuevo lo oculto, y la consciencia del fondo marino, habitado por peces y también
lleno de vida, interaccionando con nuestros relatos sumergidos, con cierta
referencia a la Atlántida y al carácter simbólico de ese relato, con la fuerza
expresiva que da el encontrase con ese
fondo, como una barrera que ya no se puede traspasar. La obra permite llamarnos
la atención sobre ese fondo, donde se alojan estas piezas, y donde el agua marina, no es algo aislado sino
interconectado con todo el planeta.
Con
esta idea del agua que se conecta, y como uno de sus últimos proyectos están
las instalaciones que Cristina está realizando en la ciudad de Toledo, ciudad
declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986, y donde sus arquitecturas y
calles históricas son el fruto de la convivencia de las tres principales
religiones, la cristiana, la musulmana y la judía. En este contexto cargado de
historia y de cultura, Cristina ha realizado un proyecto de cuatro fuentes
dispuestas en la ciudad, que tratan la idea de fluencia y de conexión de agua,
más que la idea de emergencia. Con fondos vegetales en una especie de acequias
horadadas en el suelo, dirige la percepción del observador hacia el suelo, invitando
a ser conscientes o desvelar la idea de gravedad, y de la escorrentía del agua sobre elementos
vegetales. De nuevo sentir las posibilidades metafóricas de los vaciados y los
llenados de estas pequeñas láminas que generan unos ciclos interconectados. Sin duda
algo nuevo, original y profundo,
que de nuevo vuelve a hablarnos de nosotros mismos, de lograr coordinar mirar
hacia todos los lados del mundo, sin olvidar lo interior.