Al
viajero le han enseñado a usar la cabeza más que el corazón. Sin embargo, en la
maraña de dedicaciones que tiene o que sueña, desea descubrir que ama, cuál es
su máxima pasión. En una entrevista buscada lee: “ Al llegar a Londres con la
intención de estudiar fotografía, me doy cuenta de que el amor que siento por
la pintura es más fuerte que por la cámara, así que decido apostarlo todo por
lo primero y dejar lo segundo a modo hobby”. El viajero se plantea que orden de
pasión hay en aquello que hace. Sabe que quiere ir más allá del tópico, y que aparte de sus gustos, debe de plantearse
con sinceridad que es aquello que más ama. Comprende que es parte de su viaje.
Aventurarse hasta su propio corazón. Y una vez llegados allí, escuchar que es lo
que siente. ¿He dicho escuchar? ¿Se trata de un sonido especial lo que uno siente? ¿Qué música tiene ese sentimiento? El viajero
tiene que detener su viaje porque escuchar que se siente es como sentarse al
borde del mar y estar atento a los sonidos que emite. También podría ser
escuchar el vientre de su amada mientras su hijo crece dentro. Comprende que “the
sounds of silence” no es otra cosa que el silencio propio necesario para poder
escuchar tu ser. El viajero constata que su educación ha consistido en adquirir
conocimientos, como quien adquiere más y más de algo, como quien acumula cosas
pensando que por más se llegará a algún lugar mejor. Sin embargo, el viajero
echa de menos dejar a un lado conocimientos y haberse educado más en centrarse
únicamente en lo que ama. En solo aquello que es capaz de llenar su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario