jueves, 25 de abril de 2013

Cristina Iglesias y la luz.












Ayer vi El cielo protector, película de hace ya muchos años dirigida por Bertolucci, basada en la novela de Paul Bowles, y que narra con poco argumento pero impresionante fotografía parte de sus recuerdos y andanzas  por Marruecos y el Sáhara. Algunas sensaciones de luz norteafricanas, son las que he sentido aquí representadas en esas piezas laberínticas de Cristina Iglesias, donde como en una buena novela ella es capaz de hacernos vivir sensaciones, luces y espacios imaginarios  que no ocultan los referentes de donde vienen o se inspiran. De este modo Cristina, va realizando unos tejidos bien con barro o con materiales sintéticos, que nos remiten a otros lugares o a otras épocas, de las que forma parte la historia del hombre, entendida como algo vivo, desde que el hombre habita la tierra, o incluso antes de podérsele llamar ser humano.

Los africanos  tienen  una conexión muy especial con la vida, una vida muy ligada al elemento tierra y muy pendiente de protegerse de un cielo a veces muy bello a veces muy cruel. Las casas en algunas zonas de estas regiones son una prolongación del paisaje, como si el barro tomara forma de un modo muy natural y el hombre y sus actividades formaran parte del entorno  casi sin artificialidad.  Ver ese barro, tan próximo a los pies, ese hombre tan pegado a la tierra y tan pendiente del cielo, y esos efectos de la luz, llenos de belleza sobre las construcciones, generan  una focalización    de los elementos más básicos con los que los seres vivos interaccionan con la vida. Elementos básicos  que en el caso  del ser humano permiten  que funcionen  como referentes a nivel imaginario, espiritual o mental, dependiendo exclusivamente del interlocutor que  contempla de un modo tan aislado estos elementos que pueden alcanzar un valor superior o simbólico a todos los efectos.

El cielo a veces parece sólido, dicen en  la película, y esa sensación tan material del aire y de la luz, es una vivencia sensorial  muy especial de todo el norte de Africa, capaz de seducir a innumerables artistas, fotógrafos y escritores,  donde  puede percibirse el aire y su luz  como materia casi táctil, o al menos como algo de cuya presencia hacerse  consciente. La luz, es algo cuya búsqueda es innata por el hombre, pero en este caso, al contrario de las zonas del norte de Europa,  hay que protegerse de ella, evitando que entre directamente a los espacios. Esas protecciones hacia la luz, como las simples empalizadas de cáñamo que uno puede ver en las estrechas calles de la medina de Marraquech, generando un ambiente mágico en su interior, o esas celosías de barro donde uno puede hacerse  consciente de su presencia, tanto en la vida cotidiana y doméstica  como en la vida mística de sus construcciones religiosas, a través de sus matices, de la magia de las sombras, o de la transformación visual del espacio, son sensaciones que uno puede sentir representadas  en algunas de las piezas  de esta exposición.

Este punto de partida, puede explicar en parte la complejidad de esta artista, donde sus obras hacen referencia a  percepciones y sensaciones, realizadas en determinadas partes del planeta, sin que por ello se centre en un solo estilo o en una sola referencia cultural o climática. La luz, tratada como un material más aparece  en sus primeras  obras, investigando sus posibilidades de transformación  a través de los vidrios, o de los materiales translúcidos como es el alabastro, y enlazando en este sentido también, con las construcciones cristianas  del gótico o del barroco, con la magia de los vitrales, o con la teatralidad de los transparentes de las iglesias del barroco, con esa magia poderosa a efectos dramáticos de la luz cenital.  

Al dar el protagonismo a la luz como material propio fluido y transformable, haciéndolo centro de atención en una parte importante de sus obras,  los diferentes  estilos y referencias culturales son diversos, incidiendo en una idea que desde mi punto de vista subyace en todo esto y es que la luz es un referente universal por encima de culturas y tiempos. A través de la exploración  de las  posibilidades de interacción con diversos materiales, que la reflejan, la absorben o  en algunos casos permiten ser traspasados, va revelándose  un afán experimental e investigativo incansable, donde la propia luz va descubriendo las cualidades del material natural o creado por ella como son las celosías, a través de las sombras o los reflejos producidos, que van fluyendo por los distintos planos del espacio.

Exposición de Cristina Iglesias: METONIMIA. Centro de Arte Reina Sofía. Hasta 13 Mayo 2013
 

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