En
la exposición pude ver, como un ciego acompañado de un ayudante iba percibiendo
al tacto esta estructura donde no solo prima lo visual , leyendo el espacio y los
textos que hay inmersos en estas celosías de un modo diferente. Es un caso que
me llamó mucho la atención, confirmándome la multiplicidad de registros y de
lecturas que admiten la obra de esta artista.
Las
celosías aquí construidas no son uniformes,
parten de una trama regular a la que le van ocurriendo cosas. Me habla de la
diversidad de nosotros mismos, de nuestros lenguajes de nuestros códigos
genéticos. Compartimos una trama en la que se producen pequeñas variaciones, de
modo que se diluye la uniformidad, dando a entender una idea infinita de
posibilidades de conexión, y de diferentes modos de interacción.
También está contenida la necesidad física de sentirnos protegidos, en
el lenguaje corriente de “cubrirnos las espaldas” pero al igual que con la luz,
son protecciones ambivalentes, protecciones que no nos aíslen, protecciones que
regulan al igual que la luz cuanto del exterior puede dejarse entrar y cuanto de uno puede percibirse al exterior. A su vez, también está la consciencia de un interior, algo que al mostrarlo de un modo
plástico revela información sobre él, metáforas o construcciones que nos hablan
del acceso a lo inaccesible, de
vislumbrar enredos, formalizaciones, laberintos, que hacen referencia a cosas
que no están claras pero que ocurren en nuestras vidas.
En este contexto la
presencia de la persona ciega alcanza un valor metafórico, porque a efectos interiores, todos tenemos
algo de invidentes, podemos utilizar el tacto, otros sentidos, la ayuda de
alguien. En cierto modo es la experiencia de ser necesitado y también
discapacitado. Vemos, pero nuestra visión nunca alcanza el todo, vamos
recorriendo tramos descubriendo detalles, espacios a las que a veces no tenemos acceso, otros que
se van abriendo, otros en los que nos perdemos, y otros en las que se nos revelan experiencias llenas
de luz y de matices.
Cuando
estos paneles permiten entrar lo hacen en forma laberíntica, envolventes donde
nunca hay una revelación completa de nosotros mismos, sino que a su vez es un
mundo que también nos sobrepasa. Solo el otro nos ve, a través de huecos, de
matices, diluidos en partes del yo, de algo que se intuye, de algo que se tapa,
de algo que se desvela, de algo que se sugiere pero no se dice, son sutiles
juegos relacionados con los elementos mentales que se relacionan con lo
espiritual y lo imaginario, donde puede incluirse el amor, entendido como algo que
comparte ficción y juego, como algo que nunca queda claro si es real o no, debido
a que igual que el ciego necesitamos de la presencia de alguien para hacer
accesible, legible su presencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario