jueves, 25 de abril de 2013

Cristina Iglesias, la mirada a través de celosías y laberintos.

















En la exposición pude ver, como un ciego acompañado de un ayudante iba percibiendo al tacto esta estructura donde no solo  prima lo visual , leyendo el espacio y los textos que hay inmersos en estas celosías de un modo diferente. Es un caso que me llamó mucho la atención, confirmándome la multiplicidad de registros y de lecturas que admiten la obra de esta artista.

Las celosías aquí construidas  no son uniformes, parten de una trama regular a la que le van ocurriendo cosas. Me habla de la diversidad de nosotros mismos, de nuestros lenguajes de nuestros códigos genéticos. Compartimos una trama en la que se producen pequeñas variaciones, de modo que se diluye la uniformidad, dando a entender una idea infinita de posibilidades de conexión, y de diferentes modos de  interacción.

También está contenida  la  necesidad física de sentirnos protegidos, en el lenguaje corriente de “cubrirnos las espaldas” pero al igual que con la luz, son protecciones ambivalentes, protecciones que no nos aíslen, protecciones que regulan al igual que la luz cuanto del exterior puede dejarse entrar y cuanto de uno puede percibirse al exterior.  A su vez, también está la consciencia de un  interior, algo que al mostrarlo de un modo plástico revela información sobre él, metáforas o construcciones que nos hablan del acceso  a lo inaccesible, de vislumbrar enredos, formalizaciones, laberintos, que hacen referencia a cosas que no están claras pero que ocurren en nuestras vidas.

En este contexto la presencia de la persona ciega alcanza un valor metafórico,  porque a efectos interiores, todos tenemos algo de invidentes, podemos utilizar el tacto, otros sentidos, la ayuda de alguien. En cierto modo es la experiencia de ser necesitado y también discapacitado. Vemos, pero nuestra visión nunca alcanza el todo, vamos recorriendo tramos descubriendo detalles, espacios  a las que a veces no tenemos acceso, otros que se van abriendo, otros en los que nos perdemos, y otros  en las que se nos revelan experiencias llenas de luz y de matices.

Cuando estos paneles permiten entrar lo hacen en forma laberíntica, envolventes donde nunca hay una revelación completa de nosotros mismos, sino que a su vez es un mundo que también nos sobrepasa. Solo el otro nos ve, a través de huecos, de matices, diluidos en partes del yo, de algo que se intuye, de algo que se tapa, de algo que se desvela, de algo que se sugiere pero no se dice, son sutiles juegos relacionados con los elementos mentales que se relacionan con lo espiritual y lo imaginario, donde puede incluirse el amor, entendido como algo que comparte ficción y juego, como algo que nunca queda claro si es real o no, debido a que igual que el ciego necesitamos de la presencia de alguien para hacer accesible, legible su presencia.   

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