sábado, 2 de marzo de 2019

Arraigo

El viajero, mientras camina, piensa y pospone una determinada idea de arraigo que en demasiadas ocasiones entra en conflicto con su idea de aventurero, del mismo modo que lo que hay en nosotros de clasicismo,  entra en conflicto con lo que pueda haber de tendencia romántica, aún sabiendo que todos podemos tener un porcentaje de cada cosa. También podría ser al revés, que mientras uno vive su vida con arraigo, sin sospecha alguna de inadaptación, en ocasiones se sueñe con viajar, salir, perderse, incluso huir… Al contrario que al viajero, a la persona arraigada, le interesan la firmeza de sus cimientos, la solidez de los inicios, y la seguridad de cada paso en su vida. La persona arraigada necesita prevenir, ocuparse de lo que aún no es urgente. La  propia estrategia de echar raíces es ya una aventura que genera una simbiosis con los lugares que habita. El sentimiento se encarga sin que nadie se lo pida de establecer raíces profundas con un determinado lugar del que conoce cada rincón posible. Los recuerdos también son parte del arraigo. Se trata de una conexión especial con el mundo a través de una realidad concreta. Una madre, una tierra.
A su mente le llega como pensamiento un viaje complejo, el que hizo Carmen Laforet de joven, saliendo de su isla y llegando a Barcelona. Carmen, había quedado huérfana de madre al comenzar su adolescencia, y algo más tarde inicia una serie de viajes que nunca acaban. ¿no podría ser ese viaje incesante, la búsqueda de la madre que se fue? ¿no podría representar también la necesidad del amor materno que se truncó demasiado pronto?

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