Darío
Con el tiempo, al igual que otros escritores (Benedetti por
ejemplo) has ido acentuando la asimetría
de tu rostro. Un lado retraído y tímido que mira desde lejos y otro que se acerca, que se adelanta en tu cuerpo,
para saber de cerca que ocurre. Tienes dos miradas en una. No me extraña que seas
contradictorio, que lo mismo un día seas conservador que otro de izquierdas. Si
tuviera que escribir la historia de tus ojos, saliéndome de mi oficio y
metiéndome en el tuyo sería algo así: -Entonces,
un buen día, después de mucho querer comprender el mundo a través de la
observación y el pensamiento, como si el mundo fuese un trozo de vida que se
pone en un microscopio para estudiarlo, se dio cuenta que su ojo derecho se
habia abultado para siempre y que no guardaba ninguna relación con su ojo
izquierdo.-
Fernando
No me ofende, porque es cierto. De ti diré cosas más amables.
Tienes muy interiorizada la fuerza del trazo, la expresión violenta y a la vez matizada por la sensibilidad de tu
personalidad que se esfuerza en complacer. Se ve que te has pateado el Prado y que la impresión de Goya y sus grabados te
ha hecho mella. Yo veo en sus obras y en
las tuyas pequeñas narraciones o relatos
pendientes de que alguien los escriba. En los grabados de Goya hay una frase,
que orienta el dibujo. Por ejemplo: “El sueño de la razón produce monstruos”
Podría ser la portada de cualquier novela. Lo mismo ocurre con algunas de tus
obras y de hecho las uso como reclamo de mis libros. Sin embargo, tú nunca quemas tus naves para ser exclusivamente
pintor. Hay gente que se quita importancia y ese eres tú. Lo mismo ocurre con todas tus
pinturas; parecen como un hobby tuyo a pesar de ser siempre muy buenas.
Darío
Ya pero al menos estoy integrado en el mundo. A ti te llaman
la atención los inadaptados porque eres inadaptado. Estudiaste medicina porque así
lo quiso madre. Porque quería tener un hijo médico y bien situado. Pero no te
adaptas y prefieres vivir a tu aire. Pasar de paso por la vida, sin más. Por
eso te gusta tanto la ausencia de moral. Y también de obligaciones. Ello te permite acompañar en su camino a tus
alter egos, a todas las formas posibles que se te ocurren de ser sin
comprometerte con ninguna. Sin embargo
tu apariencia es moral, de hombre de
orden. Pero es una pose; sin seguir los criterios establecidos, satisfaces en algo el proyecto que desde niño te dejo tu padre: que
fueras un profesional.
Fernando
Es lógico que no me interese la moral. A mí lo que me gustan
son las novelas que no tienen principio
ni fin, las que reflejan la vida. No me
salgo de mi destino una vez que he sentido un flechazo por la literatura. En tu
caso no es así; vas de una actividad a otra porque eres listo y cerebralmente dotado para
ello, pero te falta un sentimiento de pertenencia. Por eso te sientes intruso
en todas ellas, porque no has conectado con tu corazón en el sentido de a qué
quieres dedicar tu inteligencia el resto de tus días. Parece mentira que yo,
cargado de escepticismo, de ningún romanticismo te tenga que explicar esto.
Darío
Hay en ti una falsa modestia. Te presentas como si fueras
uno más de tus personajes perdedores. Sin embargo, tienes una mirada de la
realidad, como muy desde arriba,-cargada de superioridad- como si vieras más
tiempo que el resto de la gente. Una realidad más amplia que la mayoría. Sin
embargo, todo eso lo ocultas, como por pudor y te dedicas a contar las historias, anécdotas
sin transcendencia, a perfilar con detenimiento los personajes menos idealistas
del mundo. Y para sorpresa de todos, resulta que en esos detalles aparentemente
nimios, encuentras más verdad y profundidad que en lo sublime.
Fernando.
Tu pintura se parece también a mis novelas que a veces parecen más viñetas que obras de
arte. En eso los dos debemos a Goya esa forma tan animal y crítica de ver la
vida. Intentamos que lo que hacemos se parezca en algo a la vida y no a las
ideas. Y que sea más ameno que profundo. La inteligencia me agota, la mía propia
también. Así que me equilibro narrando la vida de las cosas más simples. Ahí me diluyo y descanso. Es como
satisfacer un deseo también de morir. Si porque igual que hay un deseo de
sobrevivir, existe un deseo innato de morir, que no se activa hasta que uno
decide morirse.
Darío
Cuanto de ti en eso que dices, porque cada dos por tres
metes una reflexión filosófica. En mi caso,
mi inteligencia no sigue un orden determinado. Veo las formas y se me quedan
grabadas en la memoria. Luego busco el modo de pasarlas a un plano, acompañado
de un trazo que quiero que sea dramático,
expresivo. No soporto estar dentro de lo muy legislado. Me pone nervioso. Me
siento identificado con lo que dice Chillida de si mismo, que es una persona sin ley. La ley es una abstracción.
Una regla. ¿ Que ocurre cuando hay una excepción? Me siento excepción.
Fernando
Ambos somos más de espíritu que de ley. En mi caso, he hecho
de mi inadaptación motivo de mis creaciones literarias. Para nadie es fácil adaptarse en un época
llena de cambios y transformaciones como la nuestra que dejan a todos fuera de
juego enseguida. A mí la vida de escritor me gusta. No necesito más que un
cuaderno y un bolígrafo. El único valor es la sinceridad propia. Y sí, mi
sinceridad incluye lo contradictorio, lo que hay de fallo en mis apreciaciones
a veces de una vulgaridad y falta de rigor que resultan provocadoras.
Darío
Todo el mundo opina que eres muy raro. Es como si por un lado
no te importara la gente y por otro,
fueras una autentica esponja. Pareces una grabadora de conversaciones al vuelo,
en la calle, en los suburbios, en los burdeles. En los sitios peores. No sé si
escribes con lo que vas viendo o con lo
que oyes. Yo también podría fijarme en
lo peor que me sale al paso para mis cuadros, en lo más abyecto. Pero intento
no abusar. Es como confirmar a cada paso, que el mundo está mal.
Fernando
Vaya , pues en eso coincidimos, en narrar lo oscuro desde lo oscuro (aunque no me
gustan los juegos de palabras). Pero si desde lo más oscuro de mi ser he
procurado narrar lo oscuro de mi alrededor. Tampoco me ha ido mal. Todos somos
raros en esta familia. No se la razón. Ni me he puesto a indagar. También Goya
es raro y oscuro. Pero encuentra más verdad que otros, en lo más oscuro de
nuestra existencia.
Por el ventanal grande
del caserón, cae la noche. Las farolas
iluminan las calles de piedra. Pasa un borracho. El río refleja la luna. Baja el
carnaval con danzas. Darío y Fernando se
asoman a la ventana contemplando el espectáculo pero sin integrarse. Que raros son nuestros
paisanos, comentan. Que ancestrales…Un bandido de trapo en el que se proyecta
ese lado oscuro que todos tenemos es
juzgado por un tribunal de cuento, ejecutado a tiros y finalmente quemado en la
hoguera, mientras el pueblo, indiferente a la suerte del bandido, baila girando en corro un
zorztiko.
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