Cuando re-contacté hace cinco años con toda mi etapa de la gimnasia
deportiva (así se llamaba en mi época), volvieron a mi mente muchos recuerdos contradictorios que creía haber olvidado. Una actividad de la que no quise
saber nada más durante muchos años, en
la cual, sin embargo detectaba que había todo un mundo que me pertenecía, que
era parte de mí y del que por muchas razones y circunstancias en su momento me
había visto obligado a abandonar.
Hace como cuatro años, tuve la suerte de contactar con Angela Domínguez,
en principio por mi interés por conocer algo de sus múltiples actividades
relacionadas con el cuerpo en movimiento (deporte, danza, teatro, expresión
corporal, etc) y me uní al grupo de antiguos gimnastas del CGA Pozuelo, un día a la semana, durante unas dos horas. Pensé
que por probar no perdería nada así que me preparé un poco y marché para allá. Cuando llegué,
al entrar y volver a sentir ese espacio tan especial de techos altos
y el olor peculiar de las tarimas y las colchonetas, sentí volver a viajar en
mi propio tiempo, volver a revivir de otra manera algo que estaba dentro de mí
en forma de emociones congeladas de las que durante media vida no había querido saber nada.
La verdad es que pensé que como mucho sería capaz de hacer el pino y
poca cosa más pero no ha sido así y cada día de entrenamiento me sorprendo al
probar ejercicios distintos, disfrutando de esta nueva oportunidad inesperada.
Hace no tanto, sentí, al entrar en el gimnasio, que el propio espacio, ya no me
era ajeno. Es un sentimiento difícil de explicar. Te puedes sentir ajeno en un
sitio. Te puedes sentir ajeno en una tarea. Como si ese espacio tuvieras que conquistarlo,
rescatarlo. Y no es un proceso consciente, va ocurriendo en tu interior, en cómo
te sientes realmente al entrar por la puerta, o al hacer un ejercicio.
Todo esto junto con el hecho de haberme reencontrado con gran parte de los amigos que en su momento elegimos o fuimos
elegidos por este deporte, me fueron facilitando en cada abrazo, cada
conversación o cada rato pasado, que en mi propio cuerpo se hayan ido reescribiendo
sensaciones de otra manera, asociadas a algo que me hace sentirme bien, algo de
lo que no me siento ajeno.
Un buen día sin
darte demasiada cuenta, sin que lo hayas planificado de ninguna manera, te das
cuenta de que has recuperado una parte de ti, tanto en el cuerpo con en la
memoria. Ahora cada elemento que hago, por sencillo que sea, lo hago porque
quiero. Pero lo realmente importante que noto es que descongelo el miedo.
Por un lado cuando uno hacía ciertas dificultades de adolescente, se sentía
valiente y fuerte, pero por otro, al estar sometido a la absoluta dedicación
y un exceso de sacrificio, la mezcla era rara. A eso me refiero con
contradictorio. Marco (entrenador de mi etapa más intensiva) sumado al ambiente
creado allí me infundían miedo, y dominación. Durante muchas horas muchos días,
meses, años...mezclados con presunta valentía, con heroísmo, y entreverados con
su propio talento y una capacidad que no pongo en duda.
Sin embargo no quiero detenerme en esto. Lo importante, es que una faceta de mi vida la
he conseguido re-integrar, y ser feliz en ella. El presente, me libera del
pasado, me lo hace reescribir en mi memoria. El miedo se deshace, se
desintegra, y sabes que ha desaparecido cuando al llegar al gimnasio notas que has cerrado un círculo, y que ese mundo no te es ajeno, cuando
no te vives ajeno a nada tuyo.
Esta vez, entrando en el gimnasio, y viendo a nueva generación de
jóvenes practicando este deporte de otra manera completamente distinta a la que
nos tocó vivir a finales de los setenta, viendo su esfuerzo, pero también su
ilusión, me cambió el punto de vista de muchos años atrás, y por un instante me dije, vaya está realmente genial. Es realmente una actividad estupenda, llena
de mérito y admirable.
A nuestra edad, se puede reescribir alguna cosa. Eso ha sido lo más
importante, recuperar, volver al origen
de algo, y sentirme feliz, con toda esa etapa de mi vida, tanto del pasado como
del presente.
Reescribir…sería la palabra.
A veces se nos da la oportunidad de reescribir algo. Uno sabe cuando
algo puede dar más de si. Cuando puede reescribirse.
No se reescribe pensando, creo que solo puede reescribir algo tu propio
cuerpo, sintiendo de nuevo, un abrazo, un ejercicio, lo que sea.
Y algunas facetas de la vida, se pueden reescribir.
No somos nosotros los que reescribimos la historia. Solo podemos hacer
algún pequeño gesto, dar un paso, una llamada, encontrar un momento. No dejar
mal escrita una historia.
No se trata de añorar. Ni de
pensar, ni de dar vueltas a nada. Es una
pequeña acción, la que te permite reescribir en tu registro de otra manera las
cosas.
Re-encontrarte, con algo tuyo. Cambiar miedo por confianza.
Grande Enrique !!!
ResponderEliminarGracias Luis!!abrzos
EliminarRe-escribir...Me gusta. Gracias por acercarte un día hasta el gimnasio, por darte la oportunidad de sentir y ver que lo vivido, ya es pasado, que ahora todo puede ser escrito con la misma pluma, pero en distinto papel.
ResponderEliminargracias Angi,gracias equipo, gracias CGA Pozuelo y a todos los que un día intuisteis que había que hacer compatible la práctica de este deporte con la formación y crecimiento de la persona.
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