sábado, 7 de noviembre de 2015

Yo y mi circunstancia

"Hay un instante que todo el pasado se puede perder o ganar para siempre; y aquí el protagonista, a través de las imágenes de una película antigua que ha de estudiar, rescata una parte del pasado y lo salva para hacer más habitable el presente”. Miguel Angel Hernández, finalista premio Herralde de novela, con “El instante de peligro”. 

Estoy contento de una ocurrencia: la de haber introducido en el anterior texto una lista de cosas; concretamente una lista mezclada de acontecimientos y de referentes de un intervalo de tiempo colectivo. Como quien hace una lista de la compra y mezcla cosas dispares; comprar galletas y unas bombillas, queso y detergente, o pollo y  bolígrafo. Las cosas dispares, a veces quedan unidas en listas, del mismo modo que el azar puede dejar unidas en las listas de un curso a personas que a lo mejor son de mentalidades opuestas, o en los buzones de un portal vecinos que la casualidad ha puesto al lado y  en cambio una distancia de años luz entre sus modos de ver el mundo.  En este texto de hoy me voy a detener en una de esas cosas que aparecían al comienzo de la lista y espero que otras me valgan para iluminar este viaje por el tiempo con el que he decidido acompañar tanto mis observaciones como mis aprendizajes. Un año antes del  año de referencia, del límite temporal que yo mismo me he puesto (1915) Ortega había publicado su primer libro,- Meditaciones del Quijote-, y dentro de este texto tecleando en el PDF la palabra circunstancia, aparece inmediatamente la frase que citaba y que ahora textualmente encuentro; “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”

Hay que leer la cita completa, porque el alcance de su significado varía de tomarla a medias como habitualmente se cita y se conoce, “yo soy yo y mi circunstancia”, a pensarla incluyendo el último aserto “si no la salvo a ella no me salvo yo”. Digamos que la primera es más publicitaria y sencilla y la segunda más compleja y profunda. Las dos son interesantes, pero el corte es muy significativo, porque  en una se queda en lo que podríamos hablar la dimensión del yo personal, en la otra entramos en su dimensión colectiva.

Una sola frase puede contener muchas horas de pensamiento, puede concentrar mucha intelección, y esta de Ortega desde luego la encierra; (el lenguaje, puede concentrarse o expandirse). Este tipo de frases, estos “concentrados de pensamiento” deberían de tener un nombre que los identificara. Como desconozco (seguramente por ignorancia) si lo tienen o no  yo me referiré a ellas con un nombre que puede dar cierto pego filosófico y las denominaré  “formulaciones del logos”.  (Incluyen conceptos, -el yo, el ser y la circunstancia son conceptos-, incluyen conexiones entre conceptos, -la conjunción y-  e incluyen opcionalmente metáforas, -salvarse es una metáfora-)  

Estas formulaciones del logos, tienen la virtud de poderse desarrollar. Además son abiertas a la interpretación que va más allá de la que surgió de la mente del propio autor. A mí me ha llamado la atención esta formulación que apela a tomar responsabilidad de la circunstancia, de la realidad que nos rodea, a no ver la realidad como el campo de lo que nos ocurre, si no al revés, a verla como el campo en donde podemos intervenir de un modo responsable. Como todas las formulaciones puede tener su antítesis, pero yo me quedo con un dato, con una llamada de atención a trabajar en lo colectivo, no desligado del yo personal, al que se le ha dedicado mucho espacio y pensamiento en los últimos años, en general sin tener demasiado en cuenta su imbricación responsable en  la dimensión colectiva del yo.

En el listado de cosas sueltas y mezcladas de un periodo de tiempo (la lista podría ser diferente e igualmente válida) uno puede detenerse en un hecho concreto, por ejemplo en la Guerra Civil y conocer a fondo este episodio, ser experto en el tema; sin  embargo, hay otra manera de transitar por el tiempo, que no deja de ser un espacio abierto. (por ejemplo guerra civil 1936 y la transición política 1976) . Visto así, el hecho se prolonga, el instante mantiene lo decisivo del instante pero no su carácter cerrado.

Aplicándolo al ejercicio del pensamiento y a su transitar en el tiempo, en 1914 Ortega formula  “Yo soy yo y mi circunstancia”, dentro de su primer libro; luego llegarán más libros y el desarrollo de su pensamiento filosófico; posteriormente llegará de su mano la fundación de la “Revista de Occidente” que tanta influencia tuvo en la cultura española. Y mucho después en 1976, (ya fallecido Ortega) tiene lugar la fundación del diario “El País”, a iniciativa de  su hijo José Ortega Spottorno y que recoje además de una tradición familiar una determinada manera de ver y analizar el mundo. Al ver con un cierto zoom el tiempo, en él aparecen las relaciones que lo tejen, y uno puede percibir que el tiempo es el lugar donde cobran realidad  nuestras ideas y nuestros sueños. Las cosas no son aquí y ahora como nos quiere hacer pensar la cultura del consumo, ni tampoco intrascendentes e inmorales, como pretende la cultura del instante.

El tiempo es aquello que va dejando atrás las cosas, pero a la vez  es el intervalo entre sueño y realidad, entre semilla y fruto, entre sembrar y recoger; el tiempo es el intervalo necesario entre causa y efecto. Es el intervalo entre origen y destino. El tiempo, hermano gemelo del espacio, es un misterio necesario. Visto así, el tiempo no es sólo pasado y presente, sino el escenario de la vida humana. El tiempo, no es ni mucho ni poco. Otra cosa es la medida humana del tiempo del mismo modo que el espacio nos parece mucho o poco según la medida de nuestros pasos.  Igual que recorro los barrios de una ciudad para conocerla, igual que me relaciono con las gentes para vivir, recorro el tiempo con la única intención de conocer el pensamiento humano, su supervivencia, y hacerme consciente de que el tiempo es intervalo. Quizá se trata del mismo misterio que encierra el tiempo que transcurre entre sístole y diástole. Entre una nota musical y la siguiente. El tiempo, es esencia de la vida. Y el tiempo colectivo, ese al que la frase de Ortega me ha conducido, es el que me reconduce de un modo más sabio y completo a participar en los diversos ámbitos que van más allá de mi propio yo.     

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