jueves, 13 de diciembre de 2012

el mundo en el fin del mundo















Me lo reveló mi amigo Víctor Vallejo, lo que el espíritu busca no es otra cosa que libertad y aventura. Probablemente algo de ese deseo haya en mí, un afán inconsciente por la libertad, y un deseo constante de aventura.  Es posible, pero ni afanes ni deseos tan enormes como los que sin  esperarlo me he encontrado esta mañana por aquí, en la Casa del Reloj, del ahora restaurado Matadero al lado de ese hermoso parque que es ahora Madrid-Río.
Se trata de una exposición de fotografías de Sebastián Alvaro, a lo largo de muchos años de su vida de aventurero, donde ha ido recogiendo impresionantes imágenes y momentos únicos, de la tierra, en zonas muy alejadas, donde la mano del hombre apenas ha alterado el paisaje.

A través de su mano y su mirada es un regalo y una sorpresa  poder contemplar a punto de estallar un volcán en Islandia, ver navegar un bloque cúbico de hielo en la Antártida , ver de cerca las lejanas  montañas de Paquistán, sentir la inmensidad de los desiertos de Egipto y de la China, hacernos cargo de  soledad de las montañas del Nepal, del miedo y el frío de una  travesía en barco desde las Malvinas, de lo que es andar por los solitarios hielos de los dos polos, del aterrizaje en helicóptero en un hongo gigantesco de hielo y nieve ,de un descuelgue en cuerda por las islas perdidas o un descenso en piragua por el río Indo. .

Imágenes todas ellas cargadas de emociones, de riesgo, y por mi parte de justa  admiración, por la magnitud del reto, y por la posibilidad de contemplar de alguna manera algo que nos hable  del universo en ese mundo buscado en el fin del mundo. A través de ellas  nos llega también unas veces algo del  miedo sufrido,  otras del frío , otras del calor y la deshidratación. Sensaciones físicas al límite que quizá alguno pudiera pensar si merece o no nunca mejor dicho la pena y el sufrimiento que han conllevado.

Sin embargo gracias a estos exploradores de la tierra, que no hay que verlos de ningún país en concreto, sino como patrimonio vivo de la humanidad, llegamos a tener una medida no solo del tamaño de estos rincones del planeta, sino también del tamaño de nosotros mismos, y de la  capacidad de romper límites una y otra vez .También de la posibilidad de realizar unos retos imposibles, que demuestran que el hombre es capaz de mucho más de lo que uno se creería en su pequeño mundo de cerca.

Al lado de estas travesías del desierto, o de romper el hielo en Groenlandia, al lado de las ventiscas heladas o de las tormentas de arena, nuestras pequeñas quejas por el camino de las pequeñas cosas que nos ocurren, la verdad es que son quejas un poco pobres y faltas de miras.

En esos rincones inhóspitos, la resistencia física no es otra cosa que al fuego o al hielo, a veces hielos solitarios como los de la Antártida, o a fuegos dorados y llenos de belleza como los del desierto de Egipto. A veces el hielo y el fuego unidos en un mismo punto, como en los volcanes de Islandia. Tan al límite todo, que la propia supervivencia queda siempre en peligro, con la amenaza  de que el hielo congele tu sangre, o de que el fuego te destruya. Sinceramente me quedo impresionado. Gracias a estas aventuras nos llega algo de esos  rincones solitarios de la tierra, una tierra de que pudiera parecer callada y quieta, pero que está  viva y en constante proceso de renovación. Ahí, en esos rincones grandiosos y solitarios, inertes y muy vivos a la vez, la mirada del hombre, puede ser de muchas maneras, pero a mí me ha sorprendido una mirada emocional de Sebastián Alvaro, que nos conecta con nuestros sentimientos.

Los hielos y los fuegos, nos hablan de nosotros mismos también. De nuestras pasiones y de nuestras tristezas. Lo que contemplamos, viaja con nosotros. Lo que escalamos venciendo nuestro propio peso siempre lo valoraremos, lo que navegamos casi a cuerpo en rafting cargados de adrenalina nos hace sentir vivos. Ante este paisaje uno se pregunta de que materia estarán hechas nuestras emociones, y uno sospecha que algo de estos paisajes están  también dentro de nosotros algo de fuego, algo de volcán, algo de hielo.Algo de agua, algo de sal….
Ahí están, a veces las controlamos, a veces nos sobrepasan, a veces desaparecen y vuelven a surgir por otro lado como la grieta de un glaciar en el polo. Seguramente no es necesario irse tan lejos, pero lo que lo que es seguro es que para escuchar algo de esto hay que salir del ruido y de lo habitual.  

Esa soledad y silencio de la tierra, conecta con la soledad y silencio interior de nosotros mismos. Una soledad  llena de amigos de verdad , y un silencio lleno de propuestas y de retos. Además la mirada del hombre a estos rincones inhóspitos, es también una mirada hacia nuestro interior.  En este espíritu de libertad y aventura detecto que va en paralelo, sentir la tierra como algo nuestro que tiene cosas que decirnos, y sentirnos a nosotros mismo como parte de la tierra ,en la  que a pesar de nuestra diminutez  disponemos a través de estos hombres únicos, de la grandeza de saber que es posible traspasar muchos límites, y que nuestro pequeño y a la vez grande ser humano ,siempre ha demostrado en mitad de la dificultad que es capaz de dar un paso más allá.  



fotografias de este post de Sebastian Alvaro.solo con caracter divulgativo de la exposición. 
   

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