domingo, 18 de octubre de 2015

Madera, tiempo, ciudad.



















"vivo sin ningún tipo de estrés y en un sitio precioso en medio de las montañas. Creo que la salud mental necesita una relación más directa con los árboles y los animales. Es mejor sentarse bajo un árbol una hora al día que tomarse la medicación que te ha recetado el psiquiatra" Francis Ford Coppola (director de cine)  

Han venido  los del instituto tecnológico para hacer el informe. Lo necesitamos como quien necesita un análisis de sangre. Cosas que hay por dentro de los edificios, que tienen que ver con esa fórmula semántica tan extraña y tan moral denominada “vicios ocultos” y que yo prefiero directamente llamar patologías escondidas, más que nada por hacerme menos policial y más de médico la tarea de ir encontrando que le ocurre a la madera que aún forma parte de la trama resistente de este edificio. Hoy algo más de cien años después, el laboratorio nos va a indicar si son servibles los maderos, o al menos cuales podemos aprovechar y cuáles no. Puede que en sus interiores se alberguen cuevas y galerías para organismos muchos más pequeños que nosotros; colonias de insectos, larvas, termitas, hongos de pudrición... La madera es a la vez casa y alimento para estos organismos, como si alguien se comiera las paredes o las puertas. Todo se habita por todos los lados. Las palomas por los desvanes, las termitas por las vigas y los pilares, las  telarañas por los sótanos; todo está lleno de materia viva en el edificio vacío. Abrimos un trozo de entrevigado y  hay restos de madera casi deshechos que podrías llevártelos con las manos. A los inversores les ha entrado miedo y están deseando salir, acabar pronto con la visita como si el suelo que pisamos se fuera a resquebrajar de un  momento a otro.  El edificio, revela inclinaciones, desmoronamientos, grietas, etc. pero el interior, no se ve. Tampoco los cimientos. Comprobar todo lo interno y su estructura es complejo. Los lavados de cara ocultan el verdadero estado de la trama realmente resistente. ¿Cuál es nuestra estructura? ¿Cuál es nuestra cimentación? La de nuestra persona y la de nuestros colectivos. En la radiografía de los últimos  años de nuestro país han quedado a la vista colapsos, desconchones y más desvalijamientos de los deseables. También aquí en esta obra ha habido partidarios de tirar el edificio. Otros de repararlo. Por suerte aún tengo estos deslizamientos entre realidades relativas a construcciones humanas. Pero lo realmente decisivo son los datos. No hay nada más real que ir con tus análisis científicos a la reunión, con tu informe respetable. -Señores estos son los datos-. Entonces todos te miran como miramos al doctor, con desconocimiento concreto. 

Conocer la madera a fondo implica comprender un poco mejor su comportamiento. El tratamiento más extendido en estos casos es la eliminación de las colonias mediante cebos. Dado que son muy sociales reparten el alimento. Supongo que el alimento será lo suficientemente atractivo y lo suficientemente venenoso como para desalojarlas. Esto del veneno me hace pensar si alguien en este edificio murió envenenado. Lo ignoro pero no me sorprendería. Los restos de los papeles pintados de las estancias, quizá originales desde hace muchos años, revelan ya un gusto antiguo cercano a la época del romanticismo; ahora quedan como escasos testigos de una finca completamente vacía  y en la que no queda prácticamente nada a excepción de un calendario con una imagen religiosa de los últimos años en que fue domésticamente habitado esto; un listado de medicamentos y de horas a tomar clavado  con una chincheta en la zona en la que  debió de estar el cabecero de una cama queda como testigo mudo de las diversas patologías de alguno de los últimos habitantes de la finca. Algunas puertas hacía muchos años que no se abrían y aún mantienen casi intacto el olor de la pescadería que ocupaba buena parte de la planta baja,  o el aroma de la mercería que se alojaba en otro de los locales. Me asomo al patio pequeño del local y de la tierra sobresale manchada de barro una pierna humana de mujer que me asusta por unos instantes hasta que me doy cuenta que es de plástico, seguramente de un antiguo expositor de medias. Pero no me dejan detenerme ahora en estos detalles tan literarios que ahí dejo pendientes como libros de una estantería en los que uno desearía pararse y al menos hojear. De momento se trata de acabar con la colonia de termitas y si no saneamos esto, la madera será del todo inservible.

Una vez acabados todos los trabajos de rehabilitación que bien podrían durar el plazo de un año, (al igual que este cuaderno) me conducirán al final de algo y al inicio de otra cosa. Pero ahora, esos troncos me remiten a su origen, al año en que fueron a parar a esta construcción. Esa fecha, que no es tan lejana, ni tan cercana (depende con que se compare) me da una referencia en el tiempo, en mi tiempo personal y en el comunitario y me traslada a un año concreto que no sé si es ya de otro tiempo o del mismo que este. El año 1915. Hace cien. Por hacerme una idea, en aquel año, mi abuelo materno, tenía aproximadamente 11 años y toda su vida y la historia de esos años  por delante. Muchos años después cuando yo tenía más o menos esa edad, le recuerdo en el campo ya mayor delante de un tronco cortado explicándome esa lección que muchos hemos oído, que cada anillo de la corteza de madera es un año en la vida de ese árbol. La madera contiene el tiempo, y nosotros vamos inmersos en el en nuestros viajes.  Esos troncos, que lo mismo viajaron aguas abajo por el Tajo como en la novela de José Luis Sampedro “ El río que nos lleva”  me han trasladado a la niñez como lugar. Es lo bueno de este cuaderno. Abro el portón del zaguán que da a un patio amplio, luminoso  y señorial. Observo la altura de los pisos, los sillares de granito donde se apoya todo. Aquella madera, aquellos años, los tengo mano y son un infinito, una selva, en la que me haré las preguntas de un niño; viajo en el tiempo con cada anillo. También Madrid –la ciudad que me lleva- ha crecido así. 


lunes, 12 de octubre de 2015

Fragmentos



“Impulsados por el amor, los fragmentos del mundo se buscan mutuamente, de manera que el mundo puede llegar a ser”  Teilhard de Chardin.


“Mientras estemos vivos”, es una frase suficientemente abierta, en realidad es un trozo de frase, un fragmento, que habría que completar. Por ejemplo, “nunca se está fuera de juego mientras estemos vivos.”  Me atrae esta idea de trozo de frase, que al poderse completar de muchas maneras abre el campo a la imaginación. Del mismo modo, pretendo que los escritos de este cuaderno sean un fragmento de la realidad cotidiana, un fragmento de un orden mayor, un  año, un curso, acontecimientos personales, sociales, globales, etc que abran campo a nuevas posibilidades de preguntarse y de comprender. Si hacemos un zoom más grande ya no sería una frase sino un trozo de conversación….por ejemplo:

   No pienses que te estoy seduciendo, yo ya estoy fuera de juego –dijo él-
   nunca se está fuera de juego mientras estemos vivos  –dijo ella-. *

La mente completa los mensajes a su manera. Los completa o los reduce según el ángulo de visión, creando la ilusión de un todo, o bien la posibilidad contraria, la capacidad que se nos ofrece de detenernos en la magia de un instante o de un fragmento. Hoy, 2015 es un año, pero es un año que pertenece a un contexto de más años, que es contiguo en el tiempo a efectos de sucesión numérica pero no a efectos de que es lo que aflora o deja de aflorar en este año. Ese zoom, conviene hacerlo de vez en cuando para entender, para procesar la información de otra manera; un zoom que puede ser de nuestro yo personal, de nuestra circunstancia, o de ambas cosas a la vez. La idea de los fragmentos de información me interesa porque muchos mensajes que percibimos son un fragmento de algo. Algunos títulos de novelas, basan su atracción en ser fragmentos de una entidad mayor, de una cita, de un poema etc. Citaré tan solo algunos ejemplos  “Negra espalda del tiempo” (obra de Javier Marias toma su título de una adaptación de una cita de Shakespeare, que sería objeto en si misma de estudio aparte)  “Como la sombra que se va” novela reciente de Antonio Muñoz Molina, toma el título de  un fragmento de un Salmo; otros títulos  aparentan ser fragmentos de conversaciones como el relato “Nunca llegarás a nada”, de Juan Benet o bien frases que contienen a la vez la posibilidad de ser un fragmento de un párrafo, y una interpretación del mundo, como “Tiempo de silencio”, de Luis Marín Santos o “Cien años de soledad” de García Márquez. Todos los que he elegido hacen una referencia -que supongo que no es casual- al tiempo, al paso del tiempo, al pasado y al futuro y no estaría de más que alguna de estas referencias volvieran aparecer por aquí a lo largo de este cuaderno en el que  he querido que el tiempo tuviera un protagonismo especial. 
  
También las  redes están llenas de frases desligadas de contextos, de citas o de tweet cortos que solo dan un fragmento de una información mayor, pero que en ese fragmento cobran una fuerza como la que pueda cobrar una única fotografía que en muchas ocasiones (dependiendo de la intención y del azar) puede llegar a acariciar un valor simbólico.

Percibimos un  fragmento de luna, pero tenemos una idea completa de la luna. Puede que nos ocurra igual con nosotros mismos y con nuestros contextos, circunstancias o como deseamos llamarle a aquello que nosotros configuramos y que a la vez nos configura a nosotros.  Un fragmento de nosotros mismos que a la vez somos fragmentos de algo. De una cadena genética en el tiempo, de una relación afectivo-sexual (o solo una de las dos cosas), de un colectivo, de una sociedad, una ciudad, un país.  Fragmentos de frases, que en ocasiones encajan, se completan, y que en otras chocan y se desintegran, como si las frases se hubieran caído al suelo y se hubieran roto, dejando palabras inconexas y sin sentido, que hubiera luego que recomponer. El propio título que utilizo de este cuaderno, viene a reconocer, una realidad. La propia vida se rompe, se deteriora.


Vivir en muchas ocasiones conlleva la tarea de rehabilitar, de recomponer, de regenerar, de actualizar, de re-escribir. De modo que a la vez que ese “mientras estemos vivos” lleva implícito un reconocimiento del deterioro, a su vez lleva implícito un ámbito de significado que ofrece la oportunidad de participar activamente en nuestra vida y en nuestro tiempo, adquiriendo la conciencia de que se nos está ofreciendo la oportunidad para hacerlo.


*nota: la cita es una adaptación de un fragmento de la novela "La senda del drago" de Jose Luis Sampedro.
imagen: fragmento de vasija perteneciente al yacimiento arqueológico de Millares (Almería). 

sábado, 10 de octubre de 2015

Mientras estemos vivos


Es una nueva sección que ahora abro dentro del blog -con vocación de cuaderno de apuntes- en el que a base de palabras, conceptos, frases, conversaciones inacabadas, presentimientos, notas sueltas, etc queden registradas sin orden predeterminado, pequeñas entradas de un tiempo concreto de mi vida y de la circunstancia de la que formo parte. En concreto del tiempo que va del año  2015 al 2016 y por concretarlo aún más de un otoño a otro a otro. Lo hago así por varias razones. Una porque llevaba tiempo quejándome de falta de tiempo para escribir, y ahora esta idea me permitirá escribir entradas más cortas y libres, y acompañar con algo de escritura este curso, de modo que así doy por finalizada una queja, pues si algo detesto es la queja que no pone remedio a sus propios males. Por otra parte, hay una  idea en la que me interesa indagar, dejar reflejados algunos apuntes (fotografiar instantes) para que una vez puestos en la pantalla y con esa contigüidad que da el tiempo y las cosas que se ponen al lado de otras, interesarme por la posible interacción de lo que no esperaba, comunicar lo que viaja dentro de uno, crear lo que antes no estaba, o bien dejar ahí puestas intuiciones, preguntas, etc que se sospechan pero que uno no se ha puesto a comprobarlas o a formularlas.

Esa superposición de temas fragmentados, quiero que sea un reflejo de la configuración de nuestra propia vida en la era de la velocidad y de la globalidad de la información, de la que somos beneficiarios y a la vez víctimas. Una información que viaja muy rápidamente mientras las cosas cambian, mientras nosotros también cambiamos. En general, tengo la impresión de que el tiempo de nuestras vidas se ha acelerado, con respecto al de generaciones pasadas. Se hacen muchas más cosas en menos tiempo. Parece que el tiempo nos arrastra como la corriente de un río hacia una prisa que no sabemos bien a dónde se dirige. La posibilidad de sosegar el tiempo que te ofrecen tanto la lectura como la escritura, es una de las razones que más me impulsan a buscar nuevas ideas y nuevos espacios para seguir escribiendo. Y así, procurando hacer de la necesidad virtud, de aquello que sinceramente echo de menos, ese tiempo que aprecio y que seguramente añoro, le he querido hacer protagonista o al menos hilo conductor de este cuaderno. El propio título, -mientras estemos vivos- es un homenaje a nuestra convivencia con ese presunto desconocido que es el tiempo. 

Espero que el tiempo me sirva como trama, como un espacio vivo, aunque  el tiempo haya pasado o aún no haya llegado. Tengo la intuición de que el tiempo no muere, y que lo que uno hace es simplemente detenerse en él para que una vez detenido y con las herramientas de que dispongo, la palabra, la razón y el sentimiento, poder poner por escrito, las percepciones sucesivas de un año de mi propia vida y del tiempo en el que se inscribe. 

Pequeños instantes, preguntas puntuales, observaciones que pasan por la mente, fragmentos de un tiempo mucho mayor, con la única intención de constatar que el universo que somos cada uno y todos, continúa vivo.