"Hay un
instante que todo el pasado se puede perder o ganar para siempre; y aquí el
protagonista, a través de las imágenes de una película antigua que ha de
estudiar, rescata una parte del pasado y lo salva para hacer más habitable el
presente”. Miguel Angel Hernández, finalista premio Herralde de novela, con “El
instante de peligro”.
Estoy contento de una ocurrencia: la de haber introducido
en el anterior texto una lista de cosas; concretamente una lista mezclada de
acontecimientos y de referentes de un intervalo de tiempo colectivo. Como quien
hace una lista de la compra y mezcla cosas dispares; comprar galletas y unas
bombillas, queso y detergente, o pollo y
bolígrafo. Las cosas dispares, a veces quedan unidas en listas, del
mismo modo que el azar puede dejar unidas en las listas de un curso a personas
que a lo mejor son de mentalidades opuestas, o en los buzones de un portal vecinos
que la casualidad ha puesto al lado y en
cambio una distancia de años luz entre sus modos de ver el mundo. En este texto de hoy me voy a detener en una
de esas cosas que aparecían al comienzo de la lista y espero que otras me
valgan para iluminar este viaje por el tiempo con el que he decidido acompañar
tanto mis observaciones como mis aprendizajes. Un año antes del año de referencia, del límite temporal que yo
mismo me he puesto (1915) Ortega había
publicado su primer libro,- Meditaciones del Quijote-, y dentro de este texto tecleando
en el PDF la palabra circunstancia, aparece inmediatamente la frase que citaba
y que ahora textualmente encuentro; “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la
salvo a ella no me salvo yo”
Hay que leer la cita completa, porque el alcance de su significado
varía de tomarla a medias como habitualmente se cita y se conoce, “yo soy yo y
mi circunstancia”, a pensarla incluyendo el último aserto “si no la salvo a
ella no me salvo yo”. Digamos que la primera es más publicitaria y sencilla y
la segunda más compleja y profunda. Las dos son interesantes, pero el corte es
muy significativo, porque en una se
queda en lo que podríamos hablar la dimensión del yo personal, en la otra
entramos en su dimensión colectiva.
Una sola frase puede contener muchas horas de
pensamiento, puede concentrar mucha intelección, y esta de Ortega desde luego
la encierra; (el lenguaje, puede concentrarse o expandirse). Este tipo de frases,
estos “concentrados de pensamiento” deberían de tener un nombre que los
identificara. Como desconozco (seguramente por ignorancia) si lo tienen o no yo me referiré a ellas con un nombre que puede
dar cierto pego filosófico y las denominaré “formulaciones del logos”. (Incluyen conceptos, -el yo, el ser y la circunstancia
son conceptos-, incluyen conexiones entre conceptos, -la conjunción y- e incluyen opcionalmente metáforas, -salvarse
es una metáfora-)
Estas formulaciones del logos, tienen la virtud de
poderse desarrollar. Además son abiertas a la interpretación que va más allá de
la que surgió de la mente del propio autor. A mí me ha llamado la atención esta
formulación que apela a tomar responsabilidad de la circunstancia, de la
realidad que nos rodea, a no ver la realidad como el campo de lo que nos
ocurre, si no al revés, a verla como el campo en donde podemos intervenir de un
modo responsable. Como todas las formulaciones puede tener su antítesis, pero
yo me quedo con un dato, con una llamada de atención a trabajar en lo
colectivo, no desligado del yo personal, al que se le ha dedicado mucho espacio
y pensamiento en los últimos años, en general sin tener demasiado en cuenta su
imbricación responsable en la dimensión
colectiva del yo.
En el listado de cosas sueltas y mezcladas de un periodo
de tiempo (la lista podría ser diferente e igualmente válida) uno puede detenerse
en un hecho concreto, por ejemplo en la Guerra Civil y conocer a fondo este
episodio, ser experto en el tema; sin
embargo, hay otra manera de transitar por el tiempo, que no deja de ser un
espacio abierto. (por ejemplo guerra civil 1936 y la transición política 1976) .
Visto así, el hecho se prolonga, el instante mantiene lo decisivo del instante
pero no su carácter cerrado.
Aplicándolo al ejercicio del pensamiento y a su transitar
en el tiempo, en 1914 Ortega formula “Yo
soy yo y mi circunstancia”, dentro de su primer libro; luego llegarán más libros y
el desarrollo de su pensamiento filosófico; posteriormente llegará de su mano
la fundación de la “Revista de Occidente” que tanta influencia tuvo en la
cultura española. Y mucho después en 1976, (ya fallecido Ortega) tiene lugar la
fundación del diario “El País”, a iniciativa de su hijo José Ortega Spottorno y que recoje
además de una tradición familiar una determinada manera de ver y analizar el
mundo. Al ver con un cierto zoom el tiempo, en él aparecen las relaciones que
lo tejen, y uno puede percibir que el tiempo es el lugar donde cobran realidad nuestras ideas y nuestros sueños. Las cosas
no son aquí y ahora como nos quiere hacer pensar la cultura del consumo, ni
tampoco intrascendentes e inmorales, como pretende la cultura del instante.
El tiempo es aquello que va dejando atrás las cosas, pero
a la vez es el intervalo entre sueño y
realidad, entre semilla y fruto, entre sembrar y recoger; el tiempo es el
intervalo necesario entre causa y efecto. Es el intervalo entre origen y
destino. El tiempo, hermano gemelo del espacio, es un misterio necesario. Visto
así, el tiempo no es sólo pasado y presente, sino el escenario de la vida humana.
El tiempo, no es ni mucho ni poco. Otra cosa es la medida humana del tiempo del
mismo modo que el espacio nos parece mucho o poco según la medida de nuestros
pasos. Igual que recorro los barrios de
una ciudad para conocerla, igual que me relaciono con las gentes para vivir,
recorro el tiempo con la única intención de conocer el pensamiento humano, su supervivencia,
y hacerme consciente de que el tiempo es intervalo. Quizá se trata del mismo
misterio que encierra el tiempo que transcurre entre sístole y diástole. Entre
una nota musical y la siguiente. El tiempo, es esencia de la vida. Y el tiempo colectivo,
ese al que la frase de Ortega me ha conducido, es el que me reconduce de un
modo más sabio y completo a participar en los diversos ámbitos que van más allá
de mi propio yo.
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