Un
pueblo blanco en mi mente es un lugar luminoso, donde las luces y las sombras se desplazan en silencio desde el
comienzo hasta el final del día.
Por ahí pasan creando el presente y los recuerdos con la simplicidad de la luz, creando el marco y el fondo que deja todo el espacio y el protagonismo a la vida.
Sábanas blancas. Juegos de la luz sobre la cal blanca. Recuerdos blancos de la infancia. Papel en blanco. Lienzo blanco. El comienzo de algo… Hay algo de inicio en el blanco y me gustan los inicios…
Por ahí pasan creando el presente y los recuerdos con la simplicidad de la luz, creando el marco y el fondo que deja todo el espacio y el protagonismo a la vida.
Sábanas blancas. Juegos de la luz sobre la cal blanca. Recuerdos blancos de la infancia. Papel en blanco. Lienzo blanco. El comienzo de algo… Hay algo de inicio en el blanco y me gustan los inicios…
Me
detengo en pensar que allí donde había
luz, el tiempo lo deja en sombra, y allí donde había sombra, aparece un reflejo
de luz que va avanzando despacio, hasta un momento mágico en que las líneas de
las sombras desaparecen. Lo llamamos plenitud. En verdad es un instante que
separa la mañana de la tarde.
Mi
mente también pasa así por el tiempo y por la luz, con un tiempo en que duerme,
calla, se hace esperar, y otro en el que
habla, se expresa, toma la iniciativa. Como la luz por la cal, duerme
espera y vuelve, con la magia del instante, con la fugacidad del momento a
sabiendas que en ella viaja el misterio
de lo eterno.
El
blanco me devuelve la luz, y mi mente me devuelve el pueblo con sus muros y sus
tejas fabricadas a la medida de la mano humana. Camino entre sus calles y sus
quiebros, descubriendo cada rincón, cada planta, cada sombra… como si todo él fuese
una mera prolongación de la naturaleza en la cual nuestro cuerpo no es ajeno encontrándose con la memoria y la huella de nuestras
manos. Cada elemento, cada puerta, cada ventana, tiene una dimensión humana, realizada a la
medida y escala de nuestras manos. Guarda la memoria y el misterio de lo elemental, el
barro, la madera, la cal, la luz y el cielo. Es la pequeña escala de los hombres. No hay
grandeza ni heroicidad. Solo una simple calle, unas luces y unas sombras,
esperando el mediodía, el momento exacto, en el que todo es blanco, donde la
luz encuentra a la sombra y la sombra a la luz.