jueves, 18 de octubre de 2012

contigo el mismo mar













Si puedo compartir contigo el azul
Si puedo compartir contigo el mismo mar
Si puedo compartir contigo el mismo horizonte
Medio camino ya está hecho.
Que fácil lo demás.

Si puedo compartir contigo el amanecer
Si puedo compartir contigo la alegría
Si puedo compartir contigo la libertad
Medio camino ya está hecho
Que fácil lo demás.

Si puedo compartir contigo la luz
Si puedo compartir contigo las estrellas
Si puedo compartir contigo la luna
Medio camino ya está hecho
Qué fácil lo demás.

lunes, 8 de octubre de 2012

Las puertas del Prado
















En el Museo del Prado, ese gigante del neoclasicismo del  Madrid de Carlos III, realizado de la mano del excelente arquitecto Juan de Villanueva, se concentra el profundo conocimiento que este arquitecto había adquirido de la arquitectura clásica en sus estancias en Italia, junto con ideas de nuestra cultura y tradición como el monasterio del  Escorial, de bastantes años atrás. De su mano y de la de Carlos III ,Madrid adopta un aire nuevo, ilustrado, científico, y racional, cuyas huellas más evidentes son , el Jardín botánico, El Observatorio astronómico,o la Puerta de Alcalá de Sabatini  .  
Entre las muchas características de su arquitectura está la simetría como elemento ordenador, de ahí que ampliar el Prado, por cualquiera de sus laterales hubiera sido un error que hubiera puesto fuera de juego el propio edificio. Al final, Moneo da con la clave del asunto, y acomete  el difícil problema de su ampliación a base de meternos por la tierra y aparecer por otra parte, en este caso el Claustro de los Jerónimos, monasterio que nos habla del gótico, de lo poco gótico que hay en Madrid. Este mismo truco, ya lo había hecho en el Museo de Arte Romano de Merida con excelentes resultados. Y si bien la lucha mediatica contra los partidarios de no tocar el Claustro fue enorme, hay que reconocer que Moneo ganó esa batalla como muchas otras.
Una vez claras las ideas de por donde ampliar, Moneo resuelve el aspecto exterior del edificio con una idea ecléctica entre un templete dórico sobre un plinto, y un edificio de aspecto cúbico de tradición moderna ,nítida de líneas y volúmenes. Una superposición de ideas que van desde la Grecia antigua hasta Escandinavia . Al final nos encontramos  todo un  juego de tiempos,y de estilos , más parecido  a la historia de la filosofía o del arte en  las que siempre se sigue  contando con lo anterior ,que a la historia de la tecnología,en la  que el pasado queda  obsoleto enseguida. Estar por allí a a mi recuerda a ese profundo verso de Jorge Guillen, todo está concentrado de por siglos de raíz en este minuto eterno para mi .
A todo este misterio de lo que somos nosotros y de lo que es el arte, le faltaba ponerle puertas, que con gran acierto e intuición Moneo encarga a nuestra gran Cristina Iglesias, cuyo estilo añade más a la memoria, como si conociera ese verso de Guillen , y estuviera dispuesta aportar tanto como le sea posible.
En esa sensibilidad de la luz y la memoria que hay en su obra , Cristina se mueve por el tiempo al igual que por el espacio, como si no hubiera pasado, y si los arquitectos nos remitimos a Grecia, ella no tiene empacho en remitirse más atrás aún , a tiempos que a mi me recuerdan al megalítico, con esas piedras enormes que ponían de pie, como en Stonehenge,  donde el hombre descubre su pequeñez, lo mismo que nos ocurre con sus puertas
Y puestos a meter más memoría hay anda todo el barroco, con su juego de apariencias, con su teatralización de la vida, y su gusto por lo vegetal ,en el que hay que acercarse, tocar ,dudar, esto es hierro,barro  o plástico? Esto que se me presenta a los ojos es real o pura apariencia. Buena pregunta.
Y en  ese rastro de estilos,  y de tiempos , falta una referencia , a ese artista descomunal que fue Gaudí, y que el racionalismo del siglo xx , le ha tenido en un extraño apartheid a excepción de contados arquitectos y artistas, Al igual que la entrada a la Sagrada Familia, Cristina  nos habla de naturaleza ,una naturaleza en el tiempo, casi fósil, donde la vida se ha hecho materia inerte desgastada, por el tiempo. Una naturaleza quieta, que al igual que Stonehenge  nos remite a nuestra memoria más antigua, revelandonos los muchos años que nuestros cerebros llevan por aquí, valorando luces y sombras, oquedades, y refugios.  
Esa valoración de la luz, tiene su paralelismo con lo que somos, con nuestra mente, que entre las muchas puertas oscuras que se nos presentan, en alguna conseguimos atisbar una rendija de luz, una intuición, que nos indica que por ahí puede estar la puerta que sin saberlo buscamos.
Como oí a un escultor japonés ,Etsuro Sotoo, que trabaja esculpiendo por las alturas de la Sagrada Familia, no es el tiempo el que pasa , somos nosotros los que pasamos a través del tiempo. Ese tiempo, que puede concentrarse, por siglos, de raíz, al sentarse un rato en los jardines , y contemplar las Puertas del Prado, hermoso nombre del que al igual que el paraíso , puede ser que fuésemos expulsados, pero del que siempre nos quedará el recuerdo y el consuelo, de poderlo ver concentrado en ese minuto eterno, para mí.

Mientras
















Mientras caminabas
la propia marcha
tu corazón marcaba

Mientras descansabas
nuevos tejidos
tus sueños hilaban

Mientras callabas
en el  silencio
algo nuevo germinaba

Mientras buscabas
tus ojos hallaban los tejidos
que el sueño hilaba

Mientras te amaban
un nuevo cauce en tu mente
se creaba.

Mientras tu amabas
ese cauce creado 
se llenaba.

lunes, 1 de octubre de 2012

La vibración de los árboles.


Cuando yo era pequeño, a primeros de los setenta, los grupos musicales de jóvenes tenían nombres como recién salidos del campo que hoy nos pueden parecer muy ingenuos, Mocedades, Trigo Limpio, Aguaviva, Nuestro Pequeño Mundo…. Había una apelación a la bondad, como hilo conductor, que se perdió pocos años después en el que el nombre de los grupos fue cambiando, en beneficio de lo creativo en si, sin ninguna apelación moral o catequizante. 
En esos grupos, los coros, los grupos de amigos, compartían la emoción de verse juntos chicos y chicas, inclusos provocando parejas entre ellos que más tarde podrían ser el germen de una nueva familia. Las canciones podían valer en muchos casos para la radio, o para misa, como aquellas animosas canciones de Maria Ostiz, porque la radio y la misa eran a menudo parte de lo mismo.  
En ese contexto cultural, recuerdo haber presenciado de niño un concurso de canciones en uno de esos encuentros de juventud y tiempo libre, a los que podíamos ir por Navidades en los recintos feriales que entonces quedaban por la Casa de Campo y  que fue ganado por un dúo de dos chicas jóvenes de voces bien acompasadas, cuyo estribillo era algo así como " A los árboles los mueve el viento y a los enamorados el pensamiento."
Esto que ahora puede parecer cursi y extraño, era normal. Versos pueriles, pero que en el fondo, con otro formato han continuado en las letras de toda la música pop, que es la que se encarga de nuestra educación afectiva, de hacer de los sentimientos amorosos, algo global. Y este verso, a base de oírlo como 30 veces en la canción, se me quedó grabado, como otros muchos, porque en la niñez el amor es algo que se atisba, algo que queda muy cerca y muy lejos, como saber cuando eres niño que llegará un día que puedas viajar solo en ascensor cuando cumplas 14.
Hace un tiempo, no sé donde, leí que a los árboles no les mueve el viento, sino ellos mismos. La ciencia es una historia de negaciones, de equivocaciones sucesivas, que al igual que el amor nos van complicando la vida. Esa vibración de hojas que a veces observamos, es una sacudida que el árbol realiza para liberar un exceso de energía. La vibración del árbol no ha pasado desapercibida a los finos poetas, como a Jorge Guillen (un alamo vibró, las hojas plateadas sonaron con amor) o a ese poeta del hierro que fue Chillida que dejó escrita esta sutil observación: Algo que yo no sé sabe la hoja que vibra en aquella rama.
En cuanto a los enamorados, ¿es el pensamiento lo que les mueve? De momento la ciencia no ha dicho otra cosa. Un pensamiento en forma de obsesión, del que en el fondo las canciones nos han seguido diciendo cosas parecidas: me cuesta tanto olvidarte, si volviera a nacer, no hago otra cosa que pensar en ti, me muero por conocerte etc.
¿no será la toda la música y sus letras lo mismo que les pasa a los árboles, la forma de liberar energía, energía enamorada?